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Poemas de Emilio Hinojosa Carrión

Publicado: 2023-06-02



18 de enero de 1900, a dos días del estreno de la ópera Atzimba de Ricardo Castro


Departamento de utilería


Relación de objetos extraviados y dañados

No se encuentran cinco plumas de quetzal pertenecientes a la pechera de Atzimba, princesa tarasca.

El baúl de escenografía está ultrajado, la chapa totalmente destruida y la madera astillada, por lo que se asume que se forzó con una palanca de fierro. Faltan dos mascadas de seda, una color azul lapislázuli y otra verde escabeche, tenían las iniciales “IV”, aludiendo a la asistente de vestuario, Isidora Valcárcel.

De la extravagante indumentaria de Sirunda, fiel amiga de Atzimba, se ha extraviado el tutú prehispánico color granate y su par, que servía como extra en caso de rasgaduras, ambos bordados con chaquira verde en sus tres olanes. Cabe mencionar que se encontraron en el piso del vestidor de mujeres varias chaquiras sueltas, tanto las verde periquito como las verde musgo.

Una faja color negro que se tenía en comodato, propiedad de la mezzosoprano Esperanza Dimarías, tampoco ha podido localizarse. Es posible que haya sido sustraída por la misma propietaria.

En lo que respecta al vestuario de Hirepan, general tarasco, no se halla la utilería de guerra: ni el escudo de plumas de colibríes ni el arco y las flechas, elaboradas con plumaje de pavo reales y garzas agamíes. El modelo del escudo fue copiado del original, prestado por el estado de Michoacán el 12 de octubre de 1899. También se desconoce su paradero.

Las máscaras de reptil hechas con jade se encuentran en mal estado, pareciera que alguien con saña se empeñó en “rascar” sus ornamentos. Dos de estas máscaras se pueden considerar pérdida total.

El puñal de sacrificio, elemento central de la ópera, se encontró sin mango, sólo se puede observar la hoja de obsidiana suelta y algunos hilos con pegamento desperdigados por la escena.

Soledad Goyzueta, la soprano que da voz a Atzimba, princesa tarasca, no se presentó al ensayo el día 17 de enero de 1900. En su camerino se descubrió una carta dirigida al maestro Ricardo Castro que no será entregada sino hasta el día de mañana durante el último ensayo.









Carta para una terapeuta de pareja


Fui a terapia de pareja.

Exactamente cinco sesiones.

La señora tenía un tatuaje que me hizo preguntarme si de joven

perteneció a la mafia.


Mi esposa no vio nunca el tatuaje.

(Creo que ahí se encuentran

nuestras diferencias.)


Se paraba a hacer diagramas para explicarnos

cómo deberían funcionar las relaciones.

Dibujaba bosquejos idílicos, infantiles,

con su plumón rojo de agua.


En las primeras sesiones me sentí en una clase de preescolar,

las que siempre odié, pero me entregué por completo

(ahora nosotros pagamos la colegiatura).


Dejaba en su mesita un tupper con coliflores y zanahorias al vapor.


En algún momento me pidió que le tomara la mano a mi esposa

y le preguntara lo que sentía cuando hago mi ruidoso

y estrafalario ademán de sonarme.

Aguanté la risa e hice el ejercicio.


Cada sesión a terapia recordaba la famosa anécdota de Freud y Jung,

cuando se dirigian en barco a dar una serie de conferencias

a la Universidad de Clark. Cuando Jung preguntó por la razón

para llevar el psicoanálisis a Estados Unidos,

Freud contestó: “No saben que les traemos la peste”.


Dos enamorados dándose la mano en un barco.


Desde luego que nos sirvió ir a terapia, tomamos en serio

sus diagramas descoloridos. Nos hizo reforzar una

intención y admitir que tenemos problemas.


Más allá del tupper y los plumones que no pintaban, no logro

recordar mucho de lo que ella dijo.


Recuerdo la planta en la esquina izquierda, llamada

lengua e suegra en Colombia. Estaba muy descuidada,

necesitaba sustratos y cariño, y no la tristeza de estar

encerrada en un cuartucho con parejas patéticas intentando

resolver lo irresoluble.


Recuerdo el baño, donde en las cinco sesiones nos metimos

los dos a orinar. Ese momento sí lo atesoro: viajar

varias estaciones de metrobús para tener ese espacio

íntimo e inocente, la reverberación de la orina compartida.


¿No será acaso ahí en donde resolvimos problemas?


La última sesión fue una tragedia, íbamos con cierta fe en que esta

vez nos ayudaría a resolver una pelea drástica que tuvimos la semana

anterior, en la que amenacé con romper todos los vidrios de la casa.


Soy un histérico consabido y bipolar recién diagnosticado,

el alarde es parte de esta farsa que me he augurado.


Alarmada, la terapeuta dijo que teníamos que separarnos,

en una relación no debe existir ninguna acción violenta.

Le dijo a mi esposa que buscara un lugar para resguardarse.


La interrumpí de manera agresiva, lo acepto.

Le dije que no había nada en su discurso más que moralismo

vil y barato, acabé yéndome citando a Lacan:

Lo que prueba el poder de lo que llamamos el procedimiento

es que no está excluido que el psicoanalista carezca de toda idea

acerca de él. Hay estúpidos: verifíquenlo, es fácil.


Mi esposa se quedó con ella y no le he preguntado qué pasó después.

Sólo me dijo es que quedé vetado del consultorio.

Mi esposa y yo tendremos que inventarnos otras maneras de hablar

y resolver las encrucijadas. Habrá otros baños para orinar juntos,

chozas sin internet, últimos vagones del metro, clases de mambo,

viajes en barco para darnos la mano.


Si quieren ir a terapia de pareja fíjense en las plantas,

vean si llevan tuppers y si tienen tatuajes, pero sobre

todo no se dejen aleccionar por eso que Freud llamó la peste.










Emilio Hinojosa Carrión

(Ciudad de México, 1984)

www.emiliohinojosa.com

Compositor. Estudió en el conservatorio Chaikovsky de Moscú, bajo la tutela de Constantin Batashov y Nicolai Grigorov. Se ha desarrollado en el campo de la música coral y de cámara, la instalación, la experimentación sonora y el documental. También ha desarrollado obras en colaboración con artistas de otras disciplinas. Escribe sobre sonido en distintos medios. Malpaís ediciones publicará su libro "Sinfonías del espectador". Formó parte del colectivo de improvisación La viruela de Stalin y es uno de los creadores del proyecto Vano Sonoro(www.vanosonoro.com).



Escrito por

Willy Gómez Migliaro

Willy Gómez Migliaro (Lima, 1968) Poeta, profesor de literatura y escritura creativa, asesor literario y corrector de estilo.


Publicado en

Poesía

Poesía en lengua española