Poemas de Daniel Freidemberg
Esa materia que se fuga
(Barnacle, 2023)
What are the roots that clutch, what branches grow
Out of this stony rubbish? Son of man,
You cannot say, or guess, for you know only
A heap of broken images, where the sun beats
Thomas Stearn Eliot
No meio do caminho tinha uma pedra
Tinha uma pedra no meio do caminho
Tinha uma pedra
No meio do caminho tinha uma pedra
Nunca me esquecerei desse acontecimento
na vida de minhas retinas tão fatigadas.
Nunca me esquecerei que no meio do caminho
tinha uma pedra
tinha uma pedra no meio do caminho
no meio do caminho tinha uma pedra.
Carlos Drummond de Andrade
No sé a dónde van, no sé
qué amar
de esa materia que se fuga,
ni en qué momento ha
comenzado el presente,
ni si es de esto que hablo.
De Lo espeso real
He visto ángeles y obispos levitar,
he visto autos último modelo,
he visto gentes de ropas oscuras
entre las luces de un salón de baile,
(todo lo cual me hace feliz
por un motivo que no entiendo).
He visto a las
últimas grandes manadas
marchar hacia el crepúsculo despacio,
sabiendo, era evidente, la importancia de la escena,
y abrían un gran hueco en el aire, un sitio donde
me senté a mirar
el caer de las cosas en el alma,
y era el murmullo de una gran duración,
un brindis, por así decirlo, un silencio entre dos notas,
y era, en el reverso de la hora y el minuto, el estar,
y era el moverse acompasado de los pastos al viento,
y las partículas de la materia, y las galaxias y etcétera.
He visto un pentagrama, un mantel a cuadros, un cruce de caminos.
II
Como un caer
de a poco
del agua en el agua,
puesta nomás a hacer
lo que sabe, caer,
caían las
cosas
al alma.
como si al fin hallaran
su lugar las palabras,
o crepitara, a
pesar de todo, un rescoldo
(soñé que hallaban un lugar las palabras,
al crepitar de, a pesar de todo, un rescoldo).
III
Como fundando su lugar las palabras,
como resacas de lo que nunca ocurrió.
Como los frutos del árbol
del paraíso, pudriéndose
(¿cantos de cisne? ¿música de las esferas de acá?).
Y era como si el tiempo en esa escena empezara
o (¿no es lo mismo?) llegara a su fin
(algo en la escena iba llegando a su fin, o empezaba,
entre otras cosas que no entiendo).
He visto alas oscuras en un campo amarillo.
He oído pasar largos trenes de carga,
como una música de las esferas de acá,
y un amanecer vi, y el temblar de unas hojas
(puedo decir que he visto temblar unas hojas).
II
Puedo decir que he visto el
temblar de unas hojas
y las marcas que deja
la lluvia en la pared
y aves oscuras en el cableado público.
III
He visto las páginas de un
diario, arrastradas
como pañuelos de la civilización
devueltos al orden de este mundo
(como recuerdos
de la civilización, devueltos
a su ser de cosas).
Hojas de diario, latas, raíces ya sin árbol:
lo que al fin, lo que está.
IV
He visto libros de historia subrayados
y una llama apagándose, y una foto que falta.
He visto libros
de historia deshojándose,
como si vueltos al orden de este mundo,
y almanaques vencidos
y sobre ellos el polvo,
y vi en el aire las
páginas de un diario,
y no era un ángel, era un diario nomás.
Y ahí, en la música del ir y venir de todo
flotaba lenta una pluma de gorrión.
II
Ruidos
oía
del
tránsito
ahí
(¿“tránsito”
—dije—,
“algo”—dije—
se fuga”?)
ruidos
cual mú-
sica in-
des-
cifra-
ble
llegaban.
II
Me he visto viendo en un balcón una flor,
me he visto viendo sin lugar las palabras.
III
He visto libros de historia derogados,
he visto en sueños lo que volvía a empezar,
he visto en sueños lo que siempre estuvo,
y vi despierto lo que volvía a empezar,
y estar despierto era imposible, y el sueño
ya no era el sueño y empezaba a hacer ruido.
Y oí los ruidos de la ciudad en derrota
y los silencios de los ventiladores rotos
(ruidos, silencios, lo que se rompió, la derrota),
e iban rodando, afuera y adentro, palabras
sabiendo o no la importancia de la escena.
He visto retamas, rajaduras, gurúes de la city.
V
“Contradicciones
de la materia”
me dije, y
rezaba
como quien
busca en
qué posarse,
o entrar.
Contradicciones
de la materia, ahí
andaban
haciendo lo suyo
y andaban,
sin permiso de nadie
(no eran, me
dije, el
horizonte, eran
suelo a habitar,
suelo a pisar
o promesa
de al
fin, tener peso).
He visto las filas
del tránsito atascadas,
cargadas de sí las vi al ojo mostrarse.
Las vi fugando hacia la chatarra y la tumba,
indiferentes a la importancia de la escena,
y abrían avance de un rumor en el alma,
un gran cansancio donde
me puse a pensar
en la deriva de las masas terrestres
y sus salidas de programa, y
sus modos de estallar sin aviso
y sus registros en las rocas
y en la prensa política.
(y las
noticias
se enros-
caban,
se ur-
dían,
en-
redaban,
tapaban,
con su in-
finita
fluorescencia
de fierro
el
horizonte)
III
He visto libros de historia abandonados a sí mismos,
y el festival de los gusanos resolver
las condiciones de la materia concreta.
He visto, al levantar la mirada, una estrella.
Y el mar, siempre en su recomienzo, vi.
He visto, fuera de toda nota al pie, las cosas.
He visto, fuera de toda nota al pie, las cosas.
Salir al cruce he visto las notas al pie,
sus confidencias, sus pasos de baile,
su hacer de cada cosa otra cosa,
su estar en vela,
sus raíces subterráneas,
su deshicencia,
su peso en los balances.
Fuera de
toda nota al pie,
vi el oscilar,
con las primeras gotas,
de una rama de fresno.
II
Tratando de ir
quitando, una
por una, las
notas al pie,
quise atisbar
la fiesta
de las contradicciones
de la materia concreta:
iban, como secretos
acérrimos
del universo,
contrapunteándose,
música al fin,
dispersa en el aire,
haciendo el aire, y
lo que se alza en el aire,
y
todo lo que, al
fin y al cabo, importa.
Y oí el derrumbe de las condiciones objetivas
y el darse vuelta de las reglas de juego.
IV
He visto una luna reflejada en el mar,
como si no todo, al fin, fuera a deshacerse.
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He visto sombras en cámara lenta,
palmeras pintadas en la pared, mentirosas,
grietas en el esmalte, y tras la grieta el sentido
que consiente en mostrarse
(algo al caer el esmalte, los revestimientos,
consiente en mostrarse,
al caer las cartas de presentación,
los eufemismos contra la intemperie).
Lo que sale a la vista, porque, a pesar de todo, estaba.
II
Detrás de las grietas, de los
descascaramientos,
consiente en mostrarse,
de la fisura,
de lo que no aguantó,
consiente en mostrarse,
del ruido del tránsito,
o en el ruido del tránsito,
por sus motivos que no entiendo,
de lo que dura, aunque
sea en pedazos,
de la luz que se extingue,
ahí detrás
y adelante
consiente en mostrarse
(lo que, al-
guna vez,
consiente,
cuando consiente,
se supone, en
mostrarse).
En el punto de fuga
consiente en mostrarse
como un precario flash,
en la esperanza en deflación,
en la salida del sueño,
en lo que, en general,
digamos, se cayó
¿consiente en mostrarse?
III
Algo (“sentido” o
como se lo llame),
como si un leve flash,
consiente, al
caerse lo que, con
su confección vistosa, tapa,
a, para bien o mal, mostrarse
y se deshace sin llovizna siquiera,
para que nada pueda decirse hasta el fin.
IV
He visto atrás del fin otro fin
o tal vez un principio
o el suave ondear del polvo en
el rayo de luz,
sin que haga falta nada más a la escena.
V
He visto ondear, en un rayo de luz, las partículas
y eso era todo, no hay milagro en lo real.
Ninguna historia empieza ni termina en el punto
donde las cosas resplandecen su estar.
VI
Y una silueta de mujer he visto condensarse en la tarde
y abrir o hacer con su paso la tarde
como si ya ninguna duda contara
y el tiempo encontrara su razón de estar
o al fin cesara la guerra con el tiempo.
VII
Oí al mundo rodar, al amanecer, tras los vidrios
y el silbo ominoso, antes del alba, de un zorzal.
Ruido de mar venía, sentí, ahí, tras la ventana
(y no era el mar, era el tránsito en marcha).
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II
Me he visto, como quien está afuera y adentro de sí, dando pasos
sobre la superficie de un planeta material
(entre el pasar del tránsito),
yo era el que daba sobre esa materia una sombra,
como quien ve en su sombra la prueba de que hay luz:
yo hacía la sombra en que cesaba la luz
y era el tránsito.
Y he visto en la luz el pasado de la sombra
y he visto en el silencio de la sombra una luz.
III
Y vi brillar gloriosos los restos de la fiesta
(estuve a veces, creo haber estado, en la fiesta)
y fui el que, al salir de algo (¿la fiesta?), ahí, en lo alto,
miró una estrella y se preguntó para qué.
IV
Y entre las luces de la avenida y las
del tránsito, me vi,
junto a mi sombra, yendo no sé a dónde.
Y en madrugadas sin rescate me he visto
juntando los pedazos,
buscando al tacto lo que existe aún,
y había como un recuerdo de barco que parte
y el eco de mis pasos como única respuesta,
y en los arrestos
del amor
perdí mi nombre.
V
Devuelto, a ratos, al orden de las cosas
según motivos que no sé si entiendo,
no fui, pero algo así creí, feliz,
como aureolado por la pérdida de un nombre.
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II
Veo el respirar
afuera y adentro
de los libros de historia
de las buenas mentes
de mi generación
o de otras
buscando dar cuenta
de lo que hacen, o no.
III
Veo el respirar que no entra en los libros de historia.
IV
Cosa que a nadie parece importarle:
la gente me saluda y hasta
se sacarían, en caso de usarlo, el sombrero,
y se emborrachan hasta las tres de la mañana
y aprietan el botón, y se lavan los dientes
y corren para no perder el turno
y cambian de canal, de contraseña y de perro
y al final se mueren
para no ser más ni menos que nadie.
V
He visto círculos de agua expandiéndose,
huesos desenterrados, ya a salvo de todo,
y el ser y el estar
(the to be and the to be),
y era la luz la que iba transmutando, con las horas, las cosas,
y era un día cualquiera.
VI
He visto el otro lado del fin de la historia
empaquetado como si fuera un comienzo.
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IV
He visto gotas en el vidrio empañado,
he visto al mundo detenerse antes de la lluvia.
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He visto dalias, chicas pop, superhéroes,
curadurías del placer y lo cierto,
orquídeas de plástico, casquillos usados,
y el cansancio, el cansancio.
He visto el aura de los enfermeros, santa,
emoticones, piezas de repuesto,
hojas que entraron cuando la ventana se abrió,
montañas de latas de cerveza.
II
He visto los ojos de cera de los gimnastas,
las manos sin mancha de los asesinos,
la sombra de plástico de los winners,
caballos de bronce encabritados,
un libro de rezos en un alfabeto que ignoro.
Y el goce endémico de los puritanos,
y el dedo en ristre de los comisarios políticos.
III
Bajo los spots de la ley del mercado
he visto el pogo de las condiciones objetivas,
y era la hora que tenía que ser,
y era este el universo, así como es, ningún otro.
He visto en todo la ley del mercado,
su sonrisita de “ya van a caer”
y vi las listas de las condiciones subjetivas
edulcoradas por el mercado y su ley.
IV
He visto la luz pálida de las salas de espera.
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II
He visto la saga de los asesinos,
su savoir faire, su expertise, su glamour,
las marcas que deja su paso en los cuerpos,
su buena salud,
su hacer nido en las almas,
su password para todo,
su vocación de futuro.
Su impermeabilidad, sus cucardas, su porte,
su sagrada libido, su desmadre sagrado,
su menefrega invicto, su vocabulario ad hoc,
sus bedeeseeme, su sitio en la grilla,
su “te la debo”, sus facilidades extendidas.
He visto sus blancas deposiciones brillar,
un dedo sin brazo, una ventana sin pared,
una disposición para los buenos negocios,
una facilidad para entender todo ahora mismo,
una lengua ya libre de misterios.
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He visto freestylers, santaclauses, corredores de bolsa,
gourmets, caniches, metonimias,
y el compartido silencio de las multitudes al alba
yendo despacio a hacer, paso por paso, el mundo,
como si un himno o como si un oleaje,
como si así estuviera, para siempre, escrito.
¿Igual que ovejas rumbo al matadero? Sí y no.
Igual que lo que, de puro estar vivo, hace mundo.
Su decisión de padre y madre, su cruz,
su ser de carne,
su a pesar de todo.
II
He visto el trap, en su caballo tuerto, de la Parca
y cada cosa revelarse en su estar.
He visto el trámite en su eterno retorno
por un motivo que no entiendo
y el desprenderse de la realidad de sus títulos,
y el más precioso espectáculo de todos: los procesos.
Daniel Freidemberg (Resistencia, Chaco, 1945) Desde 1966 reside en Buenos Aires. Libros de poesía publicados: Blues del que vuelve solo a casa (Buenos Aires, 1973), Diario en la crisis (Buenos Aires, 1986), Lo espeso real (Buenos Aires, 1996), La sonatita que haga fondo al caos (antología personal, Santiago de Chile, 1998), Cantos en la mañana vil (Buenos Aires, 2001), Noviembre (cuadernillo, Buenos Aires, 2006), En la resaca (Buenos Aires, 2007-2021), Sonidos de una fiesta ajena (antología personal, Buenos Aires, 2012), Abril (Buenos Aires, 2016), Días después del diluvio (antología, Barcelona, 2018), Diario en la crisis (ebook, 2020), Un hilo naranja (Buenos Aires, 2021) y Esa materia que se fuga (Buenos Aires, 2022).Ensayo y crítica: La poesía del 50 (Buenos Aires, 1981), La palabra a prueba (Madrid, 1993) y Cómo se escribe un poema (en coautoría con Edgardo Russo, Buenos Aires, 1994). Compiló y publicó veinte antologías de poesía. Ensayos suyos sobre temas literarios fueron incluidos en quince libros. En 1986 integró el grupo fundador de la publicación trimestral Diario de Poesía, de cuyo Consejo de Dirección formó parte hasta su desvinculación, en 2005. Desde 1978 viene publicando textos críticos en revistas y suplementos culturales. En 2014 recibió el premio La Rosa de Cobre que la Biblioteca Nacional de la Argentina otorga a la trayectoria poética.