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Poemas de Daisy Zamora

Publicado: 2022-10-17

 


Espejo de mano


Después de tantos años,

mi abuela Ilse regresa

con sus asombrados ojos

oscuros y tristones, y se asoma

           —grácil Narciso—

a su pequeño estanque de plata,

a su óvalo mágico,

a su luna de cristal cortado,

ocupando este rostro

cada vez más suyo

                           y menos mío.





Contamos con que estás


                            a mi madre


Seguimos mirándote

cristalizada en un tiempo sin tiempo.

De pronto, me choca tu cabello blanco

(¿cuándo perdió su esplendor de caoba?).

Te veo casualmente cambiándote de ropa

y me conmuevo:

ahora tu cuerpo es más pequeño y frágil.

(¿Qué crisis enfrentaste calladamente

en tantos años de soledad y viudez?)

Pero son momentos, solo momentos

que luego olvidamos

cada quién en el trajín de la vida.


Contamos con que estás,

te visitamos de vez en cuando

y cruzamos —como pájaros—

breves palabras al vuelo.

Y seguimos posponiendo el verdadero

encuentro, la conversación definitiva,

como si la vida durara para siempre

como si no pudiera

terminarse todo hoy mismo.




Hagamos de cuenta


Hagamos de cuenta

que el pasado no existe.


Hagamos de cuenta

que lo que fue no fue.


Y que vos me querés

y yo ya no te temo.






Memoria


Pudimos no conocernos, pero nos conocimos.


La memoria cubrirá con su pátina de oro

este breve momento de nuestras vidas

que en sus distintos trayectos

apenas se tocaron. Y ahora regresan

otra vez a sus órbitas.


Y más que la memoria, guardará el corazón

nuestras conversaciones. La intimidad construida

a punta de palabras acrisoladas

hasta volverlas puras.





Visión de tu cuerpo


En la habitación apenas iluminada

tuve una dicha fugaz:

la visión de tu cuerpo desnudo

como un dios yacente.

Eso fue todo.


Indiferente

te levantaste a buscar tus ropas

con naturalidad

mientras yo temblaba estremecida

como la tierra cuando la parte el rayo.





Precisamente


Precisamente porque no poseo

las hermosas palabras necesarias

procuro de mis actos

para hablarte.






Ser mujer


          a María Guadalupe Valle Moreno


Haber nacido mujer significa:

poner tu cuerpo al servicio de otros,

dar tu tiempo a otros,

pensar solo en función de otros.


Haber nacido mujer significa:

que tu cuerpo no te pertenece,

que tu tiempo no te pertenece,

que tus pensamientos no te pertenecen.


Nacer mujer es nacer al vacío.

Si no fuera porque tu cuerpo-albergue

asegura la continuidad de los hombres

bien pudieras no haber nacido.


Nacer mujer es venir a la nada.

A la vida deshabitada de ti misma

en la que todos los demás —no tu corazón—

deciden o disponen.


Nacer mujer es estar en el fondo

del pozo, del abismo, del foso

que rodea a la ciudad amurallada

habitada por Ellos, solo por Ellos,

a los que tendrás que encantar, que engañar,

servir, venderte, halagarlos, humillarte,

rebelarte, nadar a contra corriente, pelear,

gritar, gritar, gritar

hasta partir las piedras,

atravesar las grietas,

botar el puente levadizo, desmoronar los muros,

ascender el foso, saltar sobre el abismo,

lanzarte sin alas a salvar el precipicio

impulsada por tu propio corazón

sostenida por tus propios pensamientos

hasta librarte del horror al vacío

que tendrás que vencer

solo con tu voz y tu palabra.






Daguerrotipo de una madre


Todo lo entendiste perfectamente:

la época, los límites, el lugar que ocupabas.


Tu inteligencia se desperdició en minucias.

Invertiste tu talento en administrar la despensa

y organizar el servicio de la casa.

Tu imaginación fue confinada a la vulgaridad

de lo doméstico.


¡Cómo resistías con los labios cerrados

y el llanto naufragaba antes de alcanzar tus ojos!


Pero tu dignidad nutrió mi rebeldía,

y tu silencio mi voluntad de hablar.






Nerudiana otoñal


Del brazo de su marido

que comparte

no sabe con cuántas más,

pero, en fin, su marido.


Ella lo quiso, a veces

él también la quería.


Procura recordarlo

como ella lo conoció,

antes de que se volviera

el que sería después.


Ya no lo quiere, es cierto,

pero tal vez lo quiere.


¡Si al menos por un instante

pudiera ser la que era

cuando él la enamoró!


Es tan corto el amor,

y es tan largo el olvido.


Pero frena el intento.

Sabe que si se atreviera,

todo lo perdería, todo.


Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.






Al pie de la Diosa Blanca


Es cierto que te he traicionado.

Por años te pospuse con argumentos vanos.

¡Cómo desatendí tus llamados!

Quise taparme los oídos con la dorada

cera de las abejas, pero

                no era de sirenas tu canto.

Hasta en sueños me perseguías

e hiciste yunque de mi pobre cabeza

y yo, necia, me negaba a obedecerte.


Pero prevaleciste, oh Diosa, sobre mí

y sobre la voluntad de quienes quisieron

encadenarme en el antiquísimo rol.


Tampoco puede decirse que fui cobarde

porque de algún modo supe resistir.

Te filtrabas, aliento que hinchó el alma.

He sobrevivido al menos, Diosa, y te hablo,

Vencedora: soy tuya para siempre.






A una dama que lamenta la dureza de mis versos


Sucede que cuando salgo, lo primero que veo

es un vagabundo que hurga en la basura.

A veces, una loca sombrea su miseria

frente a mi casa. Y el vacío de sus ojos insomnes

entenebrece la luz de la mañana.


Esquinas y semáforos invadidos por gentes

que venden cualquier cosa. . . enjambres de niños

se precipitan a limpiar automóviles

a cambio de un peso, un insulto, un golpe.

Adolescentes ofertan el único bien: sus cuerpos.

Mendigos, limosneros, drogadictos: la ciudad entera

es una mano famélica y suplicante.


Usted vive un mundo hermoso: frondosas arboledas

canchas de tenis, piscinas donde retozan

bellos adolescentes. Por las tardes

niñeras uniformadas pasean en cochecitos

a rubios serafines.

Su marido es funcionario importante.

Usted y su familia vacacionan en Nueva York o París

y en este país están solo de paso.


Lamenta mis visiones ásperas. Las quisiera suaves,

gratas como los pasteles y bombones que usted come.

Siento no complacerla. Aquí, comemos piedras.






Cuando las veo pasar


Cuando las veo pasar alguna vez me digo: qué sentirán

ellas, las que decidieron ser perfectas conservar a toda costa

sus matrimonios no importa cómo les haya resultado el marido

(parrandero mujeriego jugador pendenciero

gritón violento penqueador lunático raro algo anormal

neurótico temático de plano insoportable

dundeco mortalmente aburrido bruto insensible desaseado

ególatra ambicioso desleal politiquero ladrón traidor mentiroso

violador de las hijas verdugo de los hijos emperador de la casa

tirano en todas partes) pero ellas se aguantaron

y solo Dios que está allá arriba sabe lo que sufrieron.


Cuando las veo pasar tan dignas y envejecidas

los hijos y las hijas ya se han ido en la casa solo ellas han quedado

con ese hombre que alguna vez quisieron (tal vez ya se calmó

no bebe apenas habla se mantiene sentado frente al televisor

anda en chancletas bosteza se duerme ronca se levanta temprano

está achacoso cegato inofensivo casi niño) me pregunto:


¿Se atreverán a imaginarse viudas, a soñar alguna noche que son libres

y que vuelven por fin sin culpas a la vida?







Cuentos de hadas


Blancanieves se negó a ser sirvienta de los enanos,

y no le permitieron entrar en la casita.

La Cenicienta demandó por maltrato a su madrastra.

Sin escopeta no entro al bosque, dijo Caperucita,

después de que el lobo la siguió por primera vez.

(Su abuela nunca abría la puerta sin asomarse antes.)


Piel de Asno se atrevió a denunciar el incesto de su padre.

La Sirenita no murió de amor. Tampoco se ilusionó

con que un príncipe se casaría con ella.

Cuando la Bella conoció a la Bestia, lo quiso tal cual era,

sin esperar milagros de ninguna clase.


Ricitos de Oro ni se atrevió a probar la sopa—

los osos la habrían devorado de inmediato.

La Princesa del Guisante no aceptó dormir

sobre tantos colchones, y les gritó que si dudaban

de su linaje, se fueran todos al infierno.


Alicia jamás viajó al País de las Maravillas,

y la Bella Durmiente se acostó, aburrida,

porque nunca le permitieron hacer lo que quería.


Estos son los cuentos, hija mía.

La vida se encargará de contártelos.






Mensaje de amor y desagravio a Ernesto Cardenal en su Galaxia


I

No recibirás mis palabras. Serán interceptadas, retorcidas, deformadas para que se estrellen en el silencio y no las escuchés; lo sé muy bien ahora que anciano y frágil no podés ser aquel indoblegable con la mentira que amedrentabas a los anfibios de aguas turbias enarbolando la verdad como una bandera de pureza. Cuánto lamento, Padre, no estar como entonces a tu lado ahora que dicen que te has dulcificado y quienes te adversaban entran apañados a tu casa como si fuera de ellos, deseosos de sacarte el último provecho. Cómo han de hostigarte creyéndote domesticado como un animalito; cordero dispuesto para el banquete, y vos, anuente a que te despedacen porque estás en tu galaxia y ya dejaste todo aquello atrás, y no te importa que cada quien se lleve su pedazo.

II

Pero ahora te has muerto. Qué alivio entre los batracios ansiosos de manosearte. En el Olimpo acuoso del poder croan tu nombre, te alaban y se enorgullecen con falsa gratitud, pues creen que sí te has muerto y podrán robar palabras tuyas que les atemorizan para decirlas como si fueran propias y nadie va a percatarse del engaño. Viven en el engaño y del engaño de que algo dicen y no dicen Nada, son maestros de la Nada, de la que vienen y a la que volverán, mientras vos ascendés a tu galaxia y tu palabra, viva entre nosotros, se esparce por la Tierra y alza vuelo al Universo adonde ahora estás, abrazado a Dios.

III

Libre ya del cerco y del acoso, volviste a ser el mismo rajatabla. Qué poder en tus palabras, las últimas que dejaste dichas, esgrimiendo la verdad de frente ante el engaño. Desde tu estrella habrás visto desatada la furia de la del bosque estéril. Sus huestes enardecidas cercándote en tu muerte, inútilmente. Tus cenizas son ya tierra de Nicaragua y la tierra en Solentiname ya es sagrada. Hasta allá llegarán peregrinos de todas partes a honrarte en tu santuario. Y los que hoy hasta en la tumba te persiguen, serán sólo podredumbre engusanada. Dormí tranquilo, Padre. El Amor ganará.


San Francisco, 12 de agosto de 2019 / 6 de marzo de 2020






E-mail a Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana en su cumpleaños


Vieras cuánto pienso en vos

—más de lo que quisiera—

y no puedo evitarlo.


¿Qué agobios habrás pasado?

¿Qué de máscaras y circunloquios

para poder decir

lo que con tanta lucidez veías?


Vuelven a mi memoria tus palabras

una y otra vez, atormentándome.

Porque, la verdad, seguimos en lo mismo,

y si algo ha cambiado, es poco o casi nada.


Imagino la tensión en que vivías

negociando tus espacios a costa

de panegíricos,

pero te resguardabas a como fuera

y hasta donde pudiste.


¿Qué habrás sentido, Juana, al darte cuenta

de que eras un peón

en el juego de ajedrez entre los machos?


La certeza de tu horror atraviesa los siglos

hermanándonos.


… que es cada línea una herida

y cada rasgo una muerte.


Cuánta razón tenías, Juana Inés.


La luz que nos heredaste

aún estorba demasiado en las tinieblas.









Daisy Zamora. Nicaragüense. Poeta, ensayista, editora, traductora y gestora cultural. Sus poemarios más recientes son: La violenta espuma publicado por Visor Libros, Madrid, 2017 y Cerrada luz, por Editorial Summa, Lima, 2021. Cuatro libros de su poesía están publicados en inglés, por City Lights Books y Curbstone Press en los Estados Unidos, y Katabasis Press en Inglaterra. Editora de varias antologías, entre ellas, la primera antología de mujeres poetas nicaragüenses publicada en su país y en Latinoamérica y la primera antología de talleres de poesía en español publicada en los Estados Unidos. Su poesía aparece en numerosas antologías en más de treinta idiomas y en The Oxford Book of Latin American Poetry. Su obra (poesía, ensayos, artículos y traducciones) está publicada internacionalmente. Premio Nacional de Poesía Mariano Fiallos Gil 1977 y Beca del California Arts Council en Poesía 2002. Ha dado recitales y conferencias en diversos países y en los Estados Unidos, donde fue presentada en la serie de PBS The Language of Life with Bill Moyers y en el documental ¡Las Sandinistas! (2018) de la cineasta estadunidense Jenny Murray, premiado en varios festivales. Sus poemas han sido musicalizados en los Estados Unidos y en Nicaragua. Fue viceministra de cultura de su país. Ha sido catedrática de la Universidad Centroamericana (UCA) y de otros centros de estudios superiores en Managua. Instructora de talleres de poesía en universidades de los Estados Unidos y catedrática de la Universidad de California, Santa Cruz, y la Universidad de San Francisco. Actualmente enseña en la Universidad Estatal de San Francisco. Es miembro del Consejo Editorial de Revista Abril y de El Golem, Revista Literaria. En 2005 fue jurado del Premio Internacional Neustadt de Literatura.

Zamora fue combatiente del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) durante la revolución nicaragüense; participó en el operativo de la toma del Palacio Nacional, sede del congreso somocista, y fue directora de programación y locutora en la Radio Sandino clandestina. Fundadora del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE), de la Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE) y de la Coalición de Mujeres en Nicaragua, Zamora es conocida por su lucha en defensa de los derechos de la mujer.

http://www.daisyzamora.net/



Escrito por

Willy Gómez Migliaro

Willy Gómez Migliaro (Lima, 1968) Poeta, profesor de literatura y escritura creativa, asesor literario y corrector de estilo.


Publicado en

Poesía

Poesía en lengua española