Poemas de Sara Olivas
ARAÑAS
Cientos de miles de arañas
se balancean sobre los hilos que
cuelgan
del marco familiar en la pared.
Sobre el lienzo dorado
posturas imposibles
sonrisas grapadas en los labios
y miradas fijas en el objetivo.
Un hombre.
Padre.
Una mujer.
Madre.
Una niña.
Hermana.
Otra niña.
No
(soyyoyosoy¿soyyo?)
EL PAÑUELO
Abuela supo que se quedaría ciega
cuando cumplió los treinta años.
A los cincuenta perdió el enfoque
a los sesenta los objetos fueron bultos
y a los setenta solo sombras.
Cuando Abuela quedó ciega
sus manos pasaron a sus ojos.
No veía el color de mi pelo
ni si me había ensuciado el pantalón
ni cuánta comida le faltaba al gato.
Abuela memorizó mi raíz castaña
encontró donde estaba la mancha
y oía el cuenco del gato
cuando estaba vacío.
Así que, Abuela nunca me vio llorar
pero me ofrecía el pañuelo
antes de que cayera la primera lágrima.
LA SIESTA
Recién comida sin haber tragado
más que saliva y agua.
Nada pasa por el sendero angosto de Abuela.
Madre vela a una niña de ochenta y seis soles a la espalda.
Tía limpia el pañal vacío de asco y terneza.
Hermana dibuja lazos en las sábanas manchadas.
Yo
(soyyoyosoy¿soyyo?)
sigo hambrienta de seno y cuidado.
Tío firma el papel y la hora.
Padre despierta de la siesta.
Ya no está Abuela,
la que entregó la mano de Madre a Padre
para que Madre fuera madre de Padre
madre de Hermana
madre de todas
que ahora llora su vacío
sobre el cuenco de leche en polvo de mis veinticinco.
LA SILLA
Te preguntarás quién ocupó tu lugar
en la familia quién se encargó de regar
los claveles, de dar
la comida al gato, de llevar
a la niña al cole.
Nadie.
El clavel está seco
el gato famélico
y la niña ya no va al cole.
Quién presidirá las nochebuenas
dejando a la derecha a Madre
y a la izquierda a Hermana.
(Padre siempre duerme en el sofá)
Ahora soy yo
(soyyoyosoy¿soyyo?)
la que se sienta en tu silla
dejando a la derecha a Madre
y a la izquierda a Hermana,
pero solo consigo calentarla
MAMÁ
Mamá
te llamo para pedirte algo o nada.
Te llamo mamá, Madre,
aún pudiendo reclamar la atención de tu nombre o quererte madre
o desconocida de quien bebí la vida.
Mamá
tienes un ángel en el nombre
y un demonio en la sombra
de la última vocal.
Mamá
pocas veces me has besado
porque mi frente lleva escrita
tu abandono.
Mamá
has cosido tu boca con la incertidumbre
de un mañana que no existe
y me has hecho tragar la aguja.
Ni el agua pasa, ni la saliva pasa, ni grita mi garganta
para llamarte
¡MAMÁ!
En tu silencio habita la voz de la culpa escondida
en las trenzas cortadas de tu infancia.
Quién fuera niña hoy para amputar las manos
a quien arrancó tu uniforme bordado y lo ensució
con la misma sangre que os une.
Mamá
no culpes al eco dormido entre algodones
de la niña que ya nació herida en tus entrañas.
¿Por qué engendraste en mí el odio
de quien no aguanta el peso
de unos ojos
incapaces de sentir una tristeza
que no le pertenece?
Mamá
Te llamo para quererte
aunque sea tarde.
LA HERENCIA EN LAS MANOS
En mis manos late la historia de Abuela,
de Madre, de Tía y Hermana.
Nunca trabajé en el campo,
mis uñas no se ensuciaron de tierra,
ni de lejía, ni de aguarrás,
ni de sueros, ni esputos.
Yo no tengo las manos manchadas
salvo del lenguaje que invento
para salir de la casa sin tejado
que construyeron para mí.
Escribir ha sido mi herencia.
¿Qué le dejaré yo a quien me suceda?
De Las manos (Valparaíso, 2021).
EL PASILLO ETERNO
En la cocina preparo un té caliente
para masticar la ansiedad
como melón en verano.
Ansiedad que proviene de esta casa.
En esta casa el silencio no
existe.
Frente a la migraña
almohadas ahogadas
sobre mi
cabeza.
El berrido cruza la puerta
de entrada.
Pisadas de elefante
en la madrugada
del pasillo
eterno.
LA LLEGADA
Es difícil alcanzar la velocidad un segundo.
Es difícil intuir el aullido en boca cerrada.
Conocer el cansancio del silencio
y ofrecerle tu mano.
Sacar el cuchillo del tercer cajón
y guardarlo en el bolsillo de la chaqueta.
Vaciar los vasos de orina y heces
y cocinar la mezcla con el guiso para el sin dientes.
Pisar las uvas después de ocho horas en tacones
y servir el vino en la copa más cara.
Deshacer el coágulo del mes vencido con las uñas
y restregárselo en la cara mientras duerme.
Apuntar en la cabeza con el arma escondida
en la lengua a quien gritó:
-En qué mala hora eché aquel polvo con tu
madre.
Eso es
llegar a casa.
LA LUZ DE ESTA CASA
Otra vez se apaga la luz a mediodía.
Angélica Liddell.
Otra vez la luz encendida a las cuatro.
Como si el sueño fuera ligero a esas horas.
Primero el pasillo
después el baño
la cocina
y el comedor.
No culpo a las próstatas apretadas
ansiosas por disparar.
Nunca se es demasiado viejo para
orinar desvelos ni provocar insomnios
con neveras abiertas y alimentos ultraprocesados.
¿Alguna vez se podrá dormir en esta casa?
¿Alguna vez se apagará la luz en esta casa?
AMARGURA
Cae la primera lágrima
como la gota de café
se desliza
por la cuchara de madera.
En esta casa, los objetos
susurran a mi espalda.
Pasan las horas
como la horquilla que recoge
mi pelo
detrás de las orejas.
Caen las lágrimas
confundidas con el primer desayuno
de los tiempos.
Algunas llegarán a la noche
cansadas de un llanto
sin nombres ni motivos.
Pasan los días
y en esta casa
el café
nunca sabrá dulce.
Poemas inéditos de mi próximo libro.
Sara Olivas (Valencia, 1993) es periodista, gestora cultural, poeta y agente de igualdad. Ha participado y gestionado eventos poéticos de Valencia como Versillos a la Mar, Versat i Fet, De andar por casa y A pies de página. Ganadora del Certamen de Relatos Beatriu Civera del Ayuntamiento de València (2020) y de la Segunda Edición del Certamen de Vídeopoemas Poemágenes (2019). Co-fundadora de proyectos culturales como Revista Impasible, una revista que trata de visibilizar la alta sensibilidad a través del arte y la literatura; y Proyecto Venus, un espacio fotográfico y audiovisual para visibilizar el talento artístico femenino y valenciano."Las manos" es su primer poemario publicado por la editorial Valparaíso Ediciones (2021) y "Machete al forajido" una mini novela publicada en 2022.