#ElPerúQueQueremos

Poemas de Sara Olivas

Publicado: 2022-08-28



ARAÑAS


Cientos de miles de arañas

se balancean sobre los hilos que

cuelgan

del marco familiar en la pared.


Sobre el lienzo dorado

posturas imposibles

sonrisas grapadas en los labios

y miradas fijas en el objetivo.


Un hombre.

Padre.

Una mujer.

Madre.

Una niña.

Hermana.

Otra niña.

No

(soyyoyosoy¿soyyo?)





EL PAÑUELO


Abuela supo que se quedaría ciega

cuando cumplió los treinta años.

A los cincuenta perdió el enfoque

a los sesenta los objetos fueron bultos

y a los setenta solo sombras.


Cuando Abuela quedó ciega

sus manos pasaron a sus ojos.


No veía el color de mi pelo

ni si me había ensuciado el pantalón

ni cuánta comida le faltaba al gato.


Abuela memorizó mi raíz castaña

encontró donde estaba la mancha

y oía el cuenco del gato

cuando estaba vacío.


Así que, Abuela nunca me vio llorar

pero me ofrecía el pañuelo

antes de que cayera la primera lágrima.





LA SIESTA


Recién comida sin haber tragado

más que saliva y agua.

Nada pasa por el sendero angosto de Abuela.


Madre vela a una niña de ochenta y seis soles a la espalda.

Tía limpia el pañal vacío de asco y terneza.

Hermana dibuja lazos en las sábanas manchadas.

Yo

                            (soyyoyosoy¿soyyo?)


sigo hambrienta de seno y cuidado.


Tío firma el papel y la hora.


Padre despierta de la siesta.


Ya no está Abuela,

la que entregó la mano de Madre a Padre

para que Madre fuera madre de Padre

madre de Hermana

madre de todas

que ahora llora su vacío

sobre el cuenco de leche en polvo de mis veinticinco.





LA SILLA


Te preguntarás quién ocupó tu lugar

en la familia quién se encargó de regar

los claveles, de dar

la comida al gato, de llevar

a la niña al cole.


Nadie.


El clavel está seco

el gato famélico

y la niña ya no va al cole.


Quién presidirá las nochebuenas

dejando a la derecha a Madre

y a la izquierda a Hermana.


(Padre siempre duerme en el sofá)


Ahora soy yo

(soyyoyosoy¿soyyo?)

la que se sienta en tu silla

dejando a la derecha a Madre

y a la izquierda a Hermana,

pero solo consigo calentarla





MAMÁ


Mamá

te llamo para pedirte algo o nada.


Te llamo mamá, Madre,

aún pudiendo reclamar la atención de tu nombre o quererte madre

o desconocida de quien bebí la vida.


Mamá

tienes un ángel en el nombre

y un demonio en la sombra

de la última vocal.


Mamá

pocas veces me has besado

porque mi frente lleva escrita

tu abandono.


Mamá

has cosido tu boca con la incertidumbre

de un mañana que no existe

y me has hecho tragar la aguja.


Ni el agua pasa, ni la saliva pasa, ni grita mi garganta

para llamarte


¡MAMÁ!


En tu silencio habita la voz de la culpa escondida

en las trenzas cortadas de tu infancia.

Quién fuera niña hoy para amputar las manos

a quien arrancó tu uniforme bordado y lo ensució

con la misma sangre que os une.


Mamá

no culpes al eco dormido entre algodones

de la niña que ya nació herida en tus entrañas.

¿Por qué engendraste en mí el odio

de quien no aguanta el peso

de unos ojos

incapaces de sentir una tristeza

que no le pertenece?


Mamá

Te llamo para quererte

aunque sea tarde.






LA HERENCIA EN LAS MANOS


En mis manos late la historia de Abuela,

de Madre, de Tía y Hermana.


Nunca trabajé en el campo,

mis uñas no se ensuciaron de tierra,

ni de lejía, ni de aguarrás,

ni de sueros, ni esputos.


Yo no tengo las manos manchadas

salvo del lenguaje que invento

para salir de la casa sin tejado

que construyeron para mí.


Escribir ha sido mi herencia.


¿Qué le dejaré yo a quien me suceda?




                                                                           De Las manos (Valparaíso, 2021).







EL PASILLO ETERNO


En la cocina preparo un té caliente

para masticar la ansiedad

como melón en verano.


Ansiedad que proviene de esta casa.


En esta casa el silencio no

                                                 existe.


Frente a la migraña

almohadas ahogadas

sobre mi

                  cabeza.


El berrido cruza la puerta

de entrada.


Pisadas de elefante

en la madrugada

                                del pasillo


eterno.






LA LLEGADA


Es difícil alcanzar la velocidad un segundo.

Es difícil intuir el aullido en boca cerrada.

Conocer el cansancio del silencio

y ofrecerle tu mano.


Sacar el cuchillo del tercer cajón

y guardarlo en el bolsillo de la chaqueta.


Vaciar los vasos de orina y heces

y cocinar la mezcla con el guiso para el sin dientes.


Pisar las uvas después de ocho horas en tacones

y servir el vino en la copa más cara.


Deshacer el coágulo del mes vencido con las uñas

y restregárselo en la cara mientras duerme.


Apuntar en la cabeza con el arma escondida

en la lengua a quien gritó:


-En qué mala hora eché aquel polvo con tu


madre.


Eso es

                llegar a casa.







LA LUZ DE ESTA CASA


                                          Otra vez se apaga la luz a mediodía.

                                                            Angélica Liddell.


Otra vez la luz encendida a las cuatro.

Como si el sueño fuera ligero a esas horas.

Primero el pasillo

después el baño

la cocina

y el comedor.

No culpo a las próstatas apretadas

ansiosas por disparar.

Nunca se es demasiado viejo para

orinar desvelos ni provocar insomnios

con neveras abiertas y alimentos ultraprocesados.


¿Alguna vez se podrá dormir en esta casa?

¿Alguna vez se apagará la luz en esta casa?





AMARGURA


Cae la primera lágrima

como la gota de café

                                                                se desliza

por la cuchara de madera.


En esta casa, los objetos

susurran a mi espalda.


Pasan las horas

como la horquilla que recoge

mi pelo

                                                              detrás de las orejas.

Caen las lágrimas

confundidas con el primer desayuno

                                                                        de los tiempos.

Algunas llegarán a la noche

cansadas de un llanto

                                                             sin nombres ni motivos.

Pasan los días

y en esta casa

el café

                                                            nunca sabrá dulce.



Poemas inéditos de mi próximo libro.









Sara Olivas (Valencia, 1993) es periodista, gestora cultural, poeta y agente de igualdad. Ha participado y gestionado eventos poéticos de Valencia como Versillos a la Mar, Versat i Fet, De andar por casa y A pies de página. Ganadora del Certamen de Relatos Beatriu Civera del Ayuntamiento de València (2020) y de la Segunda Edición del Certamen de Vídeopoemas Poemágenes (2019). Co-fundadora de proyectos culturales como Revista Impasible, una revista que trata de visibilizar la alta sensibilidad a través del arte y la literatura; y Proyecto Venus, un espacio fotográfico y audiovisual para visibilizar el talento artístico femenino y valenciano."Las manos" es su primer poemario publicado por la editorial Valparaíso Ediciones (2021) y "Machete al forajido" una mini novela publicada en 2022.


Escrito por

Willy Gómez Migliaro

Willy Gómez Migliaro (Lima, 1968) Poeta, profesor de literatura y escritura creativa, asesor literario y corrector de estilo.


Publicado en

Poesía

Poesía en lengua española