Poemas de Anisley Fernández Díaz
De Chelsea Hotel
(Editorial Círculo Rojo, Almería, España, 2020).
RENT ROOM
Por “La borrasca.”
Qué bellas piernas
dice el editor de orgasmos con mi libro entre las
suyas, un regalo que no agradeces,
pero ya me contarás.
Estábamos en una librería musical, humeante,
el trino de los instrumentos simulaba el Chelsea.
La isla en peso cual grillete,
algo que puede devastar las manos, dice el editor
con una viola entre las suyas.
Apagué mis cuerdas, el hotel
y salí a encontrarme con mi libro.
FILMING
Se acabó la historia —dijiste— todos oyeron mi grito,
menos yo.
El hierro sudaba la venganza en aquella terminal
del hastío.
Atados mis pies a las poleas del sábado rodamos bien abajo,
a los andenes.
El torno de tu lengua no dio con mi tornillo flojo.
Espero otro vagón para matar poemas.
SOLO HABÍA QUE VER
los triángulos radiantes para sentirse libre confundir los pistilos
con las líneas del viento retorcer el día, los dígitos manchados
de cualquier veintitrés.
Dar por arena nuestras pequeñas muertes atadas a la ola,
saber que una escultura magra también podía ser bella,
que hasta un sillón de ruedas resultaba más sabio en la verdad de un día
donde éramos los mismos.
Algo en mí se deshonraba, y no era justo.
La semilla nos seguía mezclando podía ser.
¿Por qué no?
Y en el instante en que tu aliento cedía el mío dobló una cruz por la punta.
Un silencio rugiente puso una precinta en la
ola
y éramos los mismos.
INTRANSPARENCIA DEL YO
Pido un minuto de adviento,
desempolvar el nuevo olor de los santuarios, perder el nombre de
aquello que esperamos ser, el paralítico nombre de las cosas.
Ese estado del yo que desmembramos por capas y con el cual
transmutamos al impropio ser.
No seré la que flamee.
Pondré las conchas dentro del agua apacible y al madrugar
invocaré a mis muertos, fundaré una nación.
La madrugada tenue.
El agua penetrada por las premoniciones. Las conchas en el
fondo.
MALOS PRESAGIOS
En casa estaba bien, solo yo mi enemiga. Abuela siempre para
mí.
Su desayuno majestad —decía me— y yo dejaba en sus
arrugas
una sonrisa cargada de nostalgia, como la tuya.
Solo yo mi enemiga
chasqueada por los que fueron en casa recluta como un estambre prensado
y abuela zurciéndome el rostro.
Solo yo mi enemiga, y decía le:
Tú no vas a morir de enfermedad. Porque había un diálogo
incesante presagiando el derrumbe,
pero la casa era de ajo y miel y nos amábamos.
EL CIERVO bebe del vítreo,
es un depredador al que le entrego
un reflejo de todo cuanto gira. Llega, se impone y
transfigura hasta asfixiarme.
Como un pulmón ajeno no me resisto.
El hombre es una bestia donde se ancla el dolor.
Llega, se impone y transfigura hasta lamer la epífisis.
Somos arpones donde se estira el hambre y clava su poder
hasta la médula.
Yo creo en la transubstanciación, pero también tengo sed
y estoy matando.
DESVARÍO DE OTRA ERA
He vuelto
y el desvarío del cadáver regresa al humo luego de deletrear su
voz, sus cortaduras.
He vuelto famélica, y solo falta
el prodigioso intento de las ciudades, cambiar el giro de las piernas.
Yo no podría amar
sin conocer la edad de las ciudades, sus terrenos,
los surcos de sus manos.
Yo no podría aún odiar otras ciudades sin haber vivido en ti
las rebeliones.
GUIRNALDA
Antes de entrar al puerto le dije
por mí se va a la ciudad doliente*
con estos malos augurios corporales, siempre entonada y
frágil en la cima para caer sin remedio...
algo así dije, en fin, lo mismo.
Soltó mi mano
(por mí se va tras la maldita gente*) afable gesto para una
discípula en fin, para una principiante.
Frente a nosotros las olas batiendo los perros
vagabundos
el bar donde comprábamos mojitos. No suscité nada más,
mi Virgencita. Ni los dulzores de que nunca tuvo idea. *
*Dante Alighieri
ANABLEFOBIA
Mudaron la piel los candelabros y engalanó la noche su
estancia tradicional como el exilio, caprichosa.
Tiempo de tabular los gestos.
Había una ventana y arriba una espera. Tú, cronometrando
canciones,
yo, con anablefobia, una página y un cielo
insuficientes.
Cantaba: Si tú no me apaleas aguantaré mi aliento para
matarme en la altura
y así me enfrentaré
al curso humano de tu inexistencia.
Qué deseo, cabalgando perímetros, acentuándolos.
Un aliento disuelto en otra y otra bocanada de
espera.
Anisley Fernández Díaz (Cienfuegos, 1992) Poeta. Ganadora del Premio Poesía de Amor 2018 y de los Juegos Florales, Cienfuegos, 2021. Finalista en la duodécima edición del Concurso Internacional de Poesía El mundo lleva alas (Miami, 2020). Chelsea Hotel (Editorial Círculo Rojo, Almería, España, 2020).