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Poemas de Anisley Fernández Díaz

Publicado: 2022-07-12


                              De Chelsea Hotel 

     (Editorial Círculo Rojo, Almería, España, 2020).




RENT ROOM


Por “La borrasca.”

Qué bellas piernas

dice el editor de orgasmos con mi libro entre las 

suyas, un regalo que no agradeces,

pero ya me contarás.


Estábamos en una librería musical, humeante,

el trino de los instrumentos simulaba el Chelsea.

La isla en peso cual grillete,

algo que puede devastar las manos, dice el editor

con una viola entre las suyas.


Apagué mis cuerdas, el hotel

y salí a encontrarme con mi libro.





FILMING


Se acabó la historia —dijiste— todos oyeron mi grito,

menos yo.

El hierro sudaba la venganza en aquella terminal 

del hastío.


Atados mis pies a las poleas del sábado rodamos bien abajo, 

a los andenes.


El torno de tu lengua no dio con mi tornillo flojo.

Espero otro vagón para matar poemas.






SOLO HABÍA QUE VER

los triángulos radiantes para sentirse libre confundir los pistilos 

con las líneas del viento retorcer el día, los dígitos manchados

de cualquier veintitrés.

Dar por arena nuestras pequeñas muertes atadas a la ola,

saber que una escultura magra también podía ser bella,

que hasta un sillón de ruedas resultaba más sabio en la verdad de un día 

donde éramos los mismos.


Algo en mí se deshonraba, y no era justo.

La semilla nos seguía mezclando podía ser. 

¿Por qué no?

Y en el instante en que tu aliento cedía el mío dobló una cruz por la punta.


Un silencio rugiente puso una precinta en la 

ola

y éramos los mismos.






INTRANSPARENCIA DEL YO


Pido un minuto de adviento,

desempolvar el nuevo olor de los santuarios, perder el nombre de 

aquello que esperamos ser, el paralítico nombre de las cosas.

Ese estado del yo que desmembramos por capas y con el cual 

transmutamos al impropio ser.


No seré la que flamee.

Pondré las conchas dentro del agua apacible y al madrugar 

invocaré a mis muertos, fundaré una nación.


La madrugada tenue.

El agua penetrada por las premoniciones. Las conchas en el 

fondo.





MALOS PRESAGIOS


En casa estaba bien, solo yo mi enemiga. Abuela siempre para 

mí.

Su desayuno majestad —decía me— y yo dejaba en sus 

arrugas

una sonrisa cargada de nostalgia, como la tuya.


Solo yo mi enemiga

chasqueada por los que fueron en casa recluta como un estambre prensado

y abuela zurciéndome el rostro.


Solo yo mi enemiga, y decía le:

Tú no vas a morir de enfermedad. Porque había un diálogo 

incesante presagiando el derrumbe,

pero la casa era de ajo y miel y nos amábamos.




EL CIERVO bebe del vítreo,

es un depredador al que le entrego

un reflejo de todo cuanto gira. Llega, se impone y 

transfigura hasta asfixiarme.

Como un pulmón ajeno no me resisto.


El hombre es una bestia donde se ancla el dolor.

Llega, se impone y transfigura hasta lamer la epífisis.

Somos arpones donde se estira el hambre y clava su poder 

hasta la médula.


Yo creo en la transubstanciación, pero también tengo sed

y estoy matando.






DESVARÍO DE OTRA ERA


He vuelto

y el desvarío del cadáver regresa al humo luego de deletrear su 

voz, sus cortaduras.


He vuelto famélica, y solo falta

el prodigioso intento de las ciudades, cambiar el giro de las piernas.


Yo no podría amar

sin conocer la edad de las ciudades, sus terrenos,

los surcos de sus manos.

Yo no podría aún odiar otras ciudades sin haber vivido en ti 

las rebeliones.






GUIRNALDA


Antes de entrar al puerto le dije

por mí se va a la ciudad doliente*

con estos malos augurios corporales, siempre entonada y 

frágil en la cima para caer sin remedio...

algo así dije, en fin, lo mismo.

Soltó mi mano

(por mí se va tras la maldita gente*) afable gesto para una 

discípula en fin, para una principiante.

Frente a nosotros las olas batiendo los perros 

vagabundos

el bar donde comprábamos mojitos. No suscité nada más, 

mi Virgencita. Ni los dulzores de que nunca tuvo idea. *


*Dante Alighieri





ANABLEFOBIA


Mudaron la piel los candelabros y engalanó la noche su 

estancia tradicional como el exilio, caprichosa.

Tiempo de tabular los gestos.


Había una ventana y arriba una espera. Tú, cronometrando 

canciones,

yo, con anablefobia, una página y un cielo 

insuficientes.


Cantaba: Si tú no me apaleas aguantaré mi aliento para 

matarme en la altura

y así me enfrentaré

al curso humano de tu inexistencia.


Qué deseo, cabalgando perímetros, acentuándolos.

Un aliento disuelto en otra y otra bocanada de 

espera.







Anisley Fernández Díaz (Cienfuegos, 1992) Poeta. Ganadora del Premio Poesía de Amor 2018 y de los Juegos Florales, Cienfuegos, 2021. Finalista en la duodécima edición del Concurso Internacional de Poesía El mundo lleva alas (Miami, 2020). Chelsea Hotel (Editorial Círculo Rojo, Almería, España, 2020).


Escrito por

Willy Gómez Migliaro

Willy Gómez Migliaro (Lima, 1968) Poeta, profesor de literatura y escritura creativa, asesor literario y corrector de estilo.


Publicado en

Poesía

Poesía en lengua española