#ElPerúQueQueremos

fotografía: Pascual Borzelli

Poemas de Daniel Freidemberg

Publicado: 2021-04-18



                             De Lo espeso real



Mirada de perro


Urdía el rumor de una mujer la calma

una mujer

        que contaba los ángeles del cielo

como si condensara el mundo en sí

y yo era como un perro a la siesta, mirando

                     el sucederse de las cosas

que ah sí estallaban sí y también

        sabían recomponerse

        como diciendo "a ver qué pasa"


y eran los días y las noches, y era

   la nitidez de una naranja al sol

   como diciendo "una naranja"

   "¿Sí?" dice la mujer pregunta "¿naranja?"

   "Sí" dice el coro

                                          ¿Sí?

Ni ella ni yo lo comentamos, ni ella ni yo

  sabríamos alcanzar

                                         ciertas palabras

tal cual los ángeles del cielo que ah estallaban

   al roce de un cambio de luz

y eran caídas plumas de ángel que

          los dos juntábamos

                 como diciendo "algo a juntar"


Y esa es la historia ¿esa es la historia? un hombre

   a su manera ordena el caos

            que resplandece ante sus ojos

y la mujer cuenta los ángeles, los hace danzar

           al ritmo de sus lentos modos

           como reflejos de oro lento en las nubes

           que anuncian tormenta

Y ella sospecha

                que entre ángeles y perros

hay un secreto que debe descifrar

     "todo ángel es terrible" dice,

                         quién sabe si al perro o a mí.








Perlados


Como quien raspa la piel de una fruta, así

con mucho cuidado y

conociendo lo irreversible del acto, aprendí

a conocer sus movimientos

dentro y fuera de sí,

a veces nítidos, a veces

perlados por un brillo real

que aún repite la memoria

o troza

entre las formas que combina el día

según se corre con las horas la luz.










Si algo quiere decir ese breve manchón (la mosca)...


Si algo quiere decir ese

          breve manchón (la mosca

posada junto al plato)

                      yo no lo sé:

antes creía saber, pero las cosas

pasaron de otro modo.

Ahora digo "mosca" y es bastante:

ni ella responderá, ni la palabra

se acercará a tocarla

ni yo sabré algo más.

Y aunque esa forma ajena

                       se vaya volando,

la palabra está acá

llena de pelos, oscura, intratable.










Hacer que estés, que lenta vayas...


Hacer que estés,

hacer que lenta vayas

creándote a

     tu semejanza. Dar

la exactitud de

     lo que es vos. Entrar

libre de todo rastro de alma en

     lo creado y salten

en medio de todos los cielos los astros. Sea

entre los hechos que se juntan mi casa.

                  Hacer mi casa. Ser

el que ahora está acá.

Bajo la noche, lentamente, cuando todo se vaya, mirar

tu forma en el fondo,

mansa en el mar del mundo en sombra, ser en ella el mundo.











                               De En la resaca




Noviembre


Lluvia lenta y charcosa, hoy.

Dos autos rojos sobre el gris

                              y, por supuesto, taxis.

Hace un año, mi padre, su

gran cuerpo indefenso en una clínica de extramuros,

                              me daba algo a saber. Soy

ese que pasa ante vidrio iluminado, ante

plástico blando, hierro pintado y mármol

como quien oye otra agua atrás, ¿palabras?

(“Oro”, una palabra: tres letras en papel fluorescente).

Ahora, arribado a esta planicie del cosmos, puedo ver

                                  algunas cosas: charcos,

hojas de paraíso en la luneta de un dodge,

dos “o” y una “r” fluorescentes, mármol, plástico y

cielo entre el agua, etcétera,

                     como quien dice “esto era todo”.

                    ¿Esto era todo? Uno: ni azar ni error,

ni el cumplimiento del mandado de nadie. Dos:

saliva agolpada en la boca, tensión muscular.

Tres: manchas, rostros (¿igual que pétalos

en una rama húmeda?). Cuatro: esta ciudad

                                        vulgar en la que vivo

es la misma en que amé y no creí ser amado. Cinco:

de la violenta madrugada, estas paredes

tienen fosforescencias como de mar, una

palabra me inquietaba, o dos. Seis:

lo que llamaba “el corazón”. Siete: la carne,

eso que está, no el alma, eso que al final

se retira y se aplana, territorio de nadie.









Noviembre (VII)


El gran cuerpo inocente de mi padre, su

pesadez translúcida, la piel

                          extensa y pálida humillada

por la ciencia médica. Enceguecía el

verano, la basura al costado de los rieles

pugnaba por manifestarse. No hay

                                  cuervos en este paisaje:

cerveza tibia y revistas de fútbol.

¿Pasó algo desde aquellos días? ¿Volví?

Ahora que miro esta planicie del cosmos,

es verano otra vez: motores detrás de la luz, la luz

como si para siempre, como

                                 quien avisa “es así” ¿es así?

Soy el que, más papel que carne, gira

dentro de un cubo, ante una ventana. No estoy

                             en esta escena que creció a su modo

entre las ruinas de un planeta ocupado, ¿no estoy?

Papel o carne, me repito, arruinados, tratados mal,

desperdiciados no sé a cuenta de qué (saliva agolpada en

la boca, tensión en los músculos): no el alma, la carne, los

                                                          gestos que me hacen,

fuera de toda razón, de toda belleza, en mi fin.

Alas rasantes sobre un mediodía plúmbeo, palabras.









Febrero (IV)


En la ciudad, un auto roto,

corroído ya por la humedad

da al corazón algo que hacer.

Da al corazón algo que hacer

para que sea “el corazón”

en la humedad un auto roto

vencido al fin por la ciudad.

Canto aquí al ángel de la técnica

desamparado ante mis ojos

que ahora se toman la revancha

para que sea el corazón.

Ahora se toman la revancha:

cadáver de auto en la humedad,

corroído todo e inmóvil, solo:

ahí todos vamos a parar.









Febrero (V)


Ahí todos vamos a parar

cuando la gran trompeta suene:

canto aquí al ángel de lo que es,

desamparado ante el que soy

que está tomándose revancha,

ahora que tiene la ocasión:

hierro a la herrumbre, carne al polvo,

¿enamorado? ¿por qué no?


Enamorado para que

no duela sin un buen motivo

el deshacerse sin final

de la materia restringida

donde se estrella el corazón

como las olas de una mar

que viene y viene porque sí.

Gruesa materia del verano

que es como el agua de una mar

en cuyo fondo un auto roto

se herrumbra frente al corazón.








Diciembre (V)


Y algo que tiembla, algo que

no sabe qué hacer,

                               la sombra

de la rama del fresno en

la pared.









Abril (XVII)


Poesía para con-

mover? Hipó-

crita lector, lo

toma o lo

deja, el destino

ladra en

el horizonte

abandonado.

Eso que ardió en

la pira de

las palabras

no ardió, no

pasó nada,

pero ardió.

Ahora vengan

y digan lo que

corresponda,

ladra el destino en

el horizonte, las

horas y los años pasan

en ese o en

otro horizonte, y

se van, como

se van yendo

las palabras. Ardió.










Abril (XXIV)


Los que, esos que

lirízanse,

como sexo a

sí mismos

ante espejo,

los que elevábanse,

los que elabismo,

los que loabsoluto.


¿Y a la hora de

pagar las cuentas, qué?

¿Y a la hora de cobrar?

¿Y a la de lavar

prendas inconfesa-

blemente sucias?

¿Y a la hora de

todo está dicho? ¿A

qué agregar

más ruido al ruido?


¿Y después de

ya sabemos qué cosa,

qué poesía?


Poesía del

todo está dicho, del

no está dicho en

lo dicho, del

no sé. Del

todo está dicho y

qué, del

ruido. De

mirar el ruido y

escribir

atrás o adentro, o

por encima

del ruido, con

ruido, en el

mundo del

ruido, y

qué.












                          De Un hilo naranja



III


Real es

lo que

no da paso


o lo da,


lo que

no espera

que lo pienses:


“futuro” y

“pasado”, esas

palabras

endurecidas por

el aire invernal,


letras

pintadas

en la vidriera

de la mente,


ceden.


Y la mañana

se termina y

al rato oscurece

fuera de todo

lo que

tengas que decir


y todo lo que

va a venir

tarde o temprano

etcétera.


La mano que

dejó la taza

tiembla al

anotar

esa palabra

que después va a tachar.


La mano que

dejó la taza

y al lado la taza

y una pantalla

que acá se abre

como el mundo

pero no es el mundo.


Bombas racimo y

fósforo blanco:

eso es el mundo,


y hojas caídas

del diario de ayer


y el canto del

siniestro pájaro

de las madrugadas

cuando ya no

puede ser tarde

ni alcanza a ser temprano,


y el sabor de la almendra, y

la cercanía de una piel.


Real es lo que

resiste, a

quién

le importa el

nombre

que vayas a darle:


eso que

viene y

se inter-

pone, entre

vos y la vida

es la vida.


Cuerpo en

el aire que

resiste el aire

que lo resiste,

materia en

gloria

de existir:

eso que viene a

darte a ser

en el mundo

lo que

sos de mundo.


¿o no

sos

mundo?











Daniel Freidemberg. Poeta, crítico literario, ensayista y periodista argentino. Nació en 1945 en Resistencia, provincia de Chaco, y vive en Buenos Aires. Entre otros libros de poemas, Blues del que vuelve solo a casa (1973), Diario en la crisis (1986), Lo espeso real (1996), En la resaca (2007), Sonidos de una fiesta ajena (2012), Abril (2016), Días después del diluvio (2018) y Un hilo naranja (2021). Ensayo y crítica: La poesía del 50 (1982), La palabra a prueba (1993) y Cómo se escribe un poema (en coautoría con Edgardo Russo, 1994). Es autor de 16 antologías de poesía. Publicó ensayos sobre poesía en numerosos libros y revistas, y tiene una vasta trayectoria como crítico en revistas y suplementos culturales de Argentina, Uruguay, Chile, México y España. Cofundador de la revista Diario de Poesía en 1986, integró su Consejo de Dirección hasta 2005. En 2014 recibió el premio La Rosa de Cobre a la trayectoria poética, otorgado por la Biblioteca Nacional de la Argentina. Desde 2015 tiene a su cargo el taller “Escribir y leer poesía”. Página web: https://freidemberg451.wixsite.com/home


Escrito por

Willy Gómez Migliaro

Willy Gómez Migliaro (Lima, 1968) Poeta, profesor de literatura y escritura creativa, asesor literario y corrector de estilo.


Publicado en

Poesía

Poesía en lengua española