Poemas de Daniel Freidemberg
De Lo espeso real
Mirada de perro
Urdía el rumor de una mujer la calma
una mujer
que contaba los ángeles del cielo
como si condensara el mundo en sí
y yo era como un perro a la siesta, mirando
el sucederse de las cosas
que ah sí estallaban sí y también
sabían recomponerse
como diciendo "a ver qué pasa"
y eran los días y las noches, y era
la nitidez de una naranja al sol
como diciendo "una naranja"
"¿Sí?" dice la mujer pregunta "¿naranja?"
"Sí" dice el coro
¿Sí?
Ni ella ni yo lo comentamos, ni ella ni yo
sabríamos alcanzar
ciertas palabras
tal cual los ángeles del cielo que ah estallaban
al roce de un cambio de luz
y eran caídas plumas de ángel que
los dos juntábamos
como diciendo "algo a juntar"
Y esa es la historia ¿esa es la historia? un hombre
a su manera ordena el caos
que resplandece ante sus ojos
y la mujer cuenta los ángeles, los hace danzar
al ritmo de sus lentos modos
como reflejos de oro lento en las nubes
que anuncian tormenta
Y ella sospecha
que entre ángeles y perros
hay un secreto que debe descifrar
"todo ángel es terrible" dice,
quién sabe si al perro o a mí.
Perlados
Como quien raspa la piel de una fruta, así
con mucho cuidado y
conociendo lo irreversible del acto, aprendí
a conocer sus movimientos
dentro y fuera de sí,
a veces nítidos, a veces
perlados por un brillo real
que aún repite la memoria
o troza
entre las formas que combina el día
según se corre con las horas la luz.
Si algo quiere decir ese breve manchón (la mosca)...
Si algo quiere decir ese
breve manchón (la mosca
posada junto al plato)
yo no lo sé:
antes creía saber, pero las cosas
pasaron de otro modo.
Ahora digo "mosca" y es bastante:
ni ella responderá, ni la palabra
se acercará a tocarla
ni yo sabré algo más.
Y aunque esa forma ajena
se vaya volando,
la palabra está acá
llena de pelos, oscura, intratable.
Hacer que estés, que lenta vayas...
Hacer que estés,
hacer que lenta vayas
creándote a
tu semejanza. Dar
la exactitud de
lo que es vos. Entrar
libre de todo rastro de alma en
lo creado y salten
en medio de todos los cielos los astros. Sea
entre los hechos que se juntan mi casa.
Hacer mi casa. Ser
el que ahora está acá.
Bajo la noche, lentamente, cuando todo se vaya, mirar
tu forma en el fondo,
mansa en el mar del mundo en sombra, ser en ella el mundo.
De En la resaca
Noviembre
Lluvia lenta y charcosa, hoy.
Dos autos rojos sobre el gris
y, por supuesto, taxis.
Hace un año, mi padre, su
gran cuerpo indefenso en una clínica de extramuros,
me daba algo a saber. Soy
ese que pasa ante vidrio iluminado, ante
plástico blando, hierro pintado y mármol
como quien oye otra agua atrás, ¿palabras?
(“Oro”, una palabra: tres letras en papel fluorescente).
Ahora, arribado a esta planicie del cosmos, puedo ver
algunas cosas: charcos,
hojas de paraíso en la luneta de un dodge,
dos “o” y una “r” fluorescentes, mármol, plástico y
cielo entre el agua, etcétera,
como quien dice “esto era todo”.
¿Esto era todo? Uno: ni azar ni error,
ni el cumplimiento del mandado de nadie. Dos:
saliva agolpada en la boca, tensión muscular.
Tres: manchas, rostros (¿igual que pétalos
en una rama húmeda?). Cuatro: esta ciudad
vulgar en la que vivo
es la misma en que amé y no creí ser amado. Cinco:
de la violenta madrugada, estas paredes
tienen fosforescencias como de mar, una
palabra me inquietaba, o dos. Seis:
lo que llamaba “el corazón”. Siete: la carne,
eso que está, no el alma, eso que al final
se retira y se aplana, territorio de nadie.
Noviembre (VII)
El gran cuerpo inocente de mi padre, su
pesadez translúcida, la piel
extensa y pálida humillada
por la ciencia médica. Enceguecía el
verano, la basura al costado de los rieles
pugnaba por manifestarse. No hay
cuervos en este paisaje:
cerveza tibia y revistas de fútbol.
¿Pasó algo desde aquellos días? ¿Volví?
Ahora que miro esta planicie del cosmos,
es verano otra vez: motores detrás de la luz, la luz
como si para siempre, como
quien avisa “es así” ¿es así?
Soy el que, más papel que carne, gira
dentro de un cubo, ante una ventana. No estoy
en esta escena que creció a su modo
entre las ruinas de un planeta ocupado, ¿no estoy?
Papel o carne, me repito, arruinados, tratados mal,
desperdiciados no sé a cuenta de qué (saliva agolpada en
la boca, tensión en los músculos): no el alma, la carne, los
gestos que me hacen,
fuera de toda razón, de toda belleza, en mi fin.
Alas rasantes sobre un mediodía plúmbeo, palabras.
Febrero (IV)
En la ciudad, un auto roto,
corroído ya por la humedad
da al corazón algo que hacer.
Da al corazón algo que hacer
para que sea “el corazón”
en la humedad un auto roto
vencido al fin por la ciudad.
Canto aquí al ángel de la técnica
desamparado ante mis ojos
que ahora se toman la revancha
para que sea el corazón.
Ahora se toman la revancha:
cadáver de auto en la humedad,
corroído todo e inmóvil, solo:
ahí todos vamos a parar.
Febrero (V)
Ahí todos vamos a parar
cuando la gran trompeta suene:
canto aquí al ángel de lo que es,
desamparado ante el que soy
que está tomándose revancha,
ahora que tiene la ocasión:
hierro a la herrumbre, carne al polvo,
¿enamorado? ¿por qué no?
Enamorado para que
no duela sin un buen motivo
el deshacerse sin final
de la materia restringida
donde se estrella el corazón
como las olas de una mar
que viene y viene porque sí.
Gruesa materia del verano
que es como el agua de una mar
en cuyo fondo un auto roto
se herrumbra frente al corazón.
Diciembre (V)
Y algo que tiembla, algo que
no sabe qué hacer,
la sombra
de la rama del fresno en
la pared.
Abril (XVII)
Poesía para con-
mover? Hipó-
crita lector, lo
toma o lo
deja, el destino
ladra en
el horizonte
abandonado.
Eso que ardió en
la pira de
las palabras
no ardió, no
pasó nada,
pero ardió.
Ahora vengan
y digan lo que
corresponda,
ladra el destino en
el horizonte, las
horas y los años pasan
en ese o en
otro horizonte, y
se van, como
se van yendo
las palabras. Ardió.
Abril (XXIV)
Los que, esos que
lirízanse,
como sexo a
sí mismos
ante espejo,
los que elevábanse,
los que elabismo,
los que loabsoluto.
¿Y a la hora de
pagar las cuentas, qué?
¿Y a la hora de cobrar?
¿Y a la de lavar
prendas inconfesa-
blemente sucias?
¿Y a la hora de
todo está dicho? ¿A
qué agregar
más ruido al ruido?
¿Y después de
ya sabemos qué cosa,
qué poesía?
Poesía del
todo está dicho, del
no está dicho en
lo dicho, del
no sé. Del
todo está dicho y
qué, del
ruido. De
mirar el ruido y
escribir
atrás o adentro, o
por encima
del ruido, con
ruido, en el
mundo del
ruido, y
qué.
De Un hilo naranja
III
Real es
lo que
no da paso
o lo da,
lo que
no espera
que lo pienses:
“futuro” y
“pasado”, esas
palabras
endurecidas por
el aire invernal,
letras
pintadas
en la vidriera
de la mente,
ceden.
Y la mañana
se termina y
al rato oscurece
fuera de todo
lo que
tengas que decir
y todo lo que
va a venir
tarde o temprano
etcétera.
La mano que
dejó la taza
tiembla al
anotar
esa palabra
que después va a tachar.
La mano que
dejó la taza
y al lado la taza
y una pantalla
que acá se abre
como el mundo
pero no es el mundo.
Bombas racimo y
fósforo blanco:
eso es el mundo,
y hojas caídas
del diario de ayer
y el canto del
siniestro pájaro
de las madrugadas
cuando ya no
puede ser tarde
ni alcanza a ser temprano,
y el sabor de la almendra, y
la cercanía de una piel.
Real es lo que
resiste, a
quién
le importa el
nombre
que vayas a darle:
eso que
viene y
se inter-
pone, entre
vos y la vida
es la vida.
Cuerpo en
el aire que
resiste el aire
que lo resiste,
materia en
gloria
de existir:
eso que viene a
darte a ser
en el mundo
lo que
sos de mundo.
¿o no
sos
mundo?
Daniel Freidemberg. Poeta, crítico literario, ensayista y periodista argentino. Nació en 1945 en Resistencia, provincia de Chaco, y vive en Buenos Aires. Entre otros libros de poemas, Blues del que vuelve solo a casa (1973), Diario en la crisis (1986), Lo espeso real (1996), En la resaca (2007), Sonidos de una fiesta ajena (2012), Abril (2016), Días después del diluvio (2018) y Un hilo naranja (2021). Ensayo y crítica: La poesía del 50 (1982), La palabra a prueba (1993) y Cómo se escribe un poema (en coautoría con Edgardo Russo, 1994). Es autor de 16 antologías de poesía. Publicó ensayos sobre poesía en numerosos libros y revistas, y tiene una vasta trayectoria como crítico en revistas y suplementos culturales de Argentina, Uruguay, Chile, México y España. Cofundador de la revista Diario de Poesía en 1986, integró su Consejo de Dirección hasta 2005. En 2014 recibió el premio La Rosa de Cobre a la trayectoria poética, otorgado por la Biblioteca Nacional de la Argentina. Desde 2015 tiene a su cargo el taller “Escribir y leer poesía”. Página web: https://freidemberg451.wixsite.com/home