Poemas de Enrique Winter
ANTE LA MAREA DE ARRIBA
este es el ruido en que ruedan las piedras
ripio mojado percutiendo el agua
o instrumentos de viento como voz
tocados sutiles por miles
ESE QUE EN CUCLILLAS ESCUCHA A OTRO
más pequeño que él y juega apenas
con la arena y los visos ariscados
la nariz solar el viento colocho
enchuscadas las manos zapatillas
cara sorpresa o risa no se ve
ese soy no esta ruma de papeles
que me encorvan no los voluntariados
EL TREN Y EL BUS PARECEN FALOS PARECE UN FALO ESTE AVIÓN
pero ninguno entra al mar al mar no se entra así como bala
ni se distingue adónde termina para que empiece el cielo
de la noche a la mañana luego de confesar al oído una adoración
imposible si se atiende a que la esposa volvió del viaje temprano
y con las pilas cargadas para jugársela
del mar no se puede cortar un trozo y la noche sigue adentro
del saxofón perdido cuando alguien era bueno en algo decían
que era un balazo afuera se oían y ya no eran tan malos dichos
así de golpe como se encuentra a la adorada de los ojos sin cejas
y se la imagina bajo copos de nieve o flotando entre galaxias punks
siempre de casualidad y a oscuras durante el baile en el que todos
se mueven por fuera de sí mismos y ella pinta sus labios
los ojos discurriendo como peces ángel cuando miran fijo
o mojados a vista y paciencia de ojos ajenos peces ángel tintinean
la noche como el auto que ha quedado en pana y sin embargo
se mueve
cómo tener hambre entonces de día cuando los colores de la fruta
y de la cáscara sus matices se velan entre los pliegues del rollo foto
gráfico o abdominal cuál el melón y cuál la barriga
dónde termina el
mantel y empieza la mesa tomando vino luego café y concho de vino
mezclando ambos colores en el lienzo que es un brazo bronceado
por ejemplo pero la suma de esos sorbos da el gris de los soldaditos
de plomo con los que jugábamos cuando éramos un balazo y el gris
tiene un límite
jurar que la plata del peaje iba para quien lo cobraba
por la tarde un trozo de torta el manjar parece pegar los bizcochos
desde arriba hacia abajo como fragüe entre baldosas u órdenes
militares religiosas políticas y por qué no familiares cuesta ver
las hojas redondas apilándose una con otra las lunas aplastadas
en manjar y esparcidas de este a oeste un helado que son dos
cortes y el volumen que sale en forma de ve es una nueva invitación
a solo los desesperados que parten cuando llegan no los que están
los que son desesperados y a quienes les gusta la plata que no es lo
mismo pero es igual y si esto fuera poco el cielo de la torta
lavado
ante el espejo donde descubrir que escondía una dulzura mayor
a una conversación de ojos marrones como el manjar en los de esa
adoración imposible que recuerda los gráficos de torta el entero
y la parte mientras comparte otra casualmente
servida el lunes con dos tés para devolver el libro y la libreta
olvidados en su cartera durante aquel trasnoche feliz
caen risas de la
boca y tuercas si es una tuerca confiamos que un día la máquina
ADENTRO DE LA CÁMARA DE FOTOS
los camiones
y transeúntes cruzan
con los pies y las ruedas
para arriba
van de la izquierda rumbo a
la derecha
mientras el ruido escapa en
el sentido
contrario y lo advertimos
porque estamos
adentro de la cámara de fotos
curvando las ventanas y en el muro
un automóvil parte luminarias
en las cuatro
porciones de los panes
franceses marraquetas
o bolillos
observamos
el suelo donde el techo
luego hacia afuera y los colores sobran
si no los almacenan
los registros
que imitan
al planeta tierra cuando
gira acumula cosas
que no quiere
del universo como polvo cósmico
o algo así
no deseo
que me conozca dicen
deseo que conozca y
reconozca
la foto que tomé de mis abuelos
al nacer sus primeros
pasos palas
con arena
de playa y su conquista
cuando la nieve cae sobre el pasto
forma los ojos de mi padre foto
nada para invención de la memoria
nada se pierde en los registros salvo
la misma pérdida que rellenaban
falsos recuerdos te conté la vez
que estábamos adentro
de la cámara
de fotos cacha que hasta
los camiones
y transeúntes iban con las ruedas
y los pies para arriba
desde un lado
y el ruido se escapaba en
el sentido
pésame de los álbumes de fotos
de visitar panteones
no depósitos
atiborrados de tan digitales
como las huellas porque
sin el tiempo
para abrir la carpeta
de las fotos
en jotapegé para qué tomarlas
cuando la relación con nuestros muertos
sí que se perfecciona
ya no solo
nos sonríen
oímos cómo mueven
algo que nos aturde o aturdió
dándonos la ventaja
de la última
palabra de la foto y del video
que acaban de subir y que mañana
no estará allí ni acá el
comentario
al pie
NARIZ
Abre la caja y la cree vacía
sin saber que al abrir la llena
con su olor.
La caja se vacía
si no la abre ella, la guardada.
No hay palabras para el olfato
(no hay áspero, suave rojo, negro
ruidoso, silente no hay ácido, dulce)
solo aproximaciones, ofertas
(presenta aromas frescos e intensos
a cerezas negras, cassis, caramelo, notas de café…
canela… madera… redondo, con taninos maduros)
y la memoria
(a manzana su piel, pintura fresca
fritura, sábanas limpias o sucias
que estirará al salir de este supermercado).
Los productos
no le hablan (inodoros).
La corbata lacia le miran a las diez de la noche,
los ojos que servían para mirar en lontananza,
turnios ahora con la letra chica.
Empezó a reducir su vida en cajas
y no eran muchas.
Los productos del supermercado
indagan sus decisiones. De un directorio que ni imagina.
Olor y nariz una sola cosa
un solo color nariz y brebaje.
ESTE CASSETTE TOCA SU VIDA
Luego de cinco órdenes de arresto
mi mamá invita a mi papá a la casa,
se pone linda, le cocina rico.
Con tres borgoñas y solos
mi papá me confiesa lo que eso indica: que lo ha hecho bien,
que las piernas que abre se mantienen abiertas.
Lo dice porque le conté del viernes:
cinco años sin verla y me tomó la mano.
Este cassette toca su vida
vida que rozo apenas
si con el dedo rebobino.
Mi papá y yo seguimos solos.
QUEDARSE EN CASA
El balido de los corderos, de los Carabineros
bajo un cielo color lengua de quien amas al volver del trabajo,
la cordillera prudente como tonada, como óleo suave
del comandante en el comedor de la casa donde almuerza el viajero.
Los Carabineros, pinos que resguardan la blancura de la nieve,
la felicidad que encontramos en el solo balido.
A los que hoy condenan sus palos
de hace treinta y cuatro años, informo:
Ya entonces golpeaba este camarada a su mujer, duro y parejo,
y no cesó al mandarla a la Unidad de Cuidados Intensivos el 78,
ni al alcoholismo el año 80, ni con su depresión actual.
No lo medró el escape sucesivo de sus hijos el 81, el 84 y el 86.
Menos iba a cambiar bajo el arco iris de la democracia:
está el marco y falta la foto
la ventana abierta sin la dueña de casa.
Algunas fueron violadas cuando salieron a la calle,
más lo son quedándose adentro, donde no balan los corderos.
UN PLATO
Cuando uno pasa la temporada sin relaciones sexuales
todas las que tuvo antes, varias de novela
escurren como restos de comida al fregar los platos.
Y ese plato limpio nada dice de los comensales ni de lo cenado.
Nada de su capacidad de contener una sopa o una carne nueva.
CON LA LENGUA LOS OJOS LE RESPONDEN ESTO QUE AÚN NO TIENE
dejará de tenerlo
una casa rodante pintada por los pájaros
pinceles de la huida
trina y se eleva
los ojos hacia arriba y única su distancia no palpan como los demás sentidos
y dejará también marcas marrones en el manto sangre semen sudor o tierra
arrastrados en orden alfabético junto al cuerpo tumbado
los oídos le huelen esto que aún no tiene lo miran con las manos
saborean su rostro bosquejado por años en la tela
el rostro pesa más si se archiva en colores
y hasta el agua por uso opaca el vidrio
se mezcla con la sangre semen sudor o tierra y el color del agua es lo marrón
el brillo de los ojos moja sus tres colores previos
y cuál es la derrota monogamia
cuando reconstruir es más caro que construir la pieza nueva en el medio
de la loma
hay un tren y en la tela craquelada los cuervos en milicia
llegan día siguiente al cuerpo descansan de un horario
problema no es el hambre problema es la intemperie
y necio mismo eres necio y tendido en apachetas caucho un petirrojo
un inmigrante que perdió todo menos su acento y no gustaba
del de sus compatriotas tocaba el sol de oído
ladraba barbas inventó a los bárbaros
antes de descubrirlos tras cortinas tejidas
lanan el otro lado por los hoyos y este lo inundan de siluetas raras es bello
si no sirve
la hediondez nutre nuestra compostera no el aroma a naranjas y limones
y que su lengua vea lo que sus ojos dicen
esa paz del paseo la quemadura en él
ausente y marrón todo sigue igual y qué esperabas oro
no es plata no es abre las ventanitas
las noticias la suma de los días las hojas abonando huertas
SIN CARIDAD NI AUNQUE LA ENTIENDA
como amor y transforme sus deseos
por lo que no posee al fin en cuidados por lo que sí
diera vuelta la lámina del álbum de un palmetazo
el naipe desde el borde el caballo por la torre
dos tres por mí y por todos estos juegos
artificiales
sin fe
sin esperanza busca a alguien
como sus héroes no tienen oficina
ni les falta el caballo que se los llevaría a casa
tras la penúltima salud del brindis
decía busco a alguien que amanse a este caballo
por galoparlo a pelo y no por darle hierba
alguien que en las vitrinas mire si aún lo siguen
sudado como el del bandido
de tanto huir se encontrará con quienes huyen
Enrique Winter (Chile, 1982) es autor de los poemarios Atar las naves, Rascacielos, Guía de despacho y Lengua de señas, de la novela Las bolsas de basura y del álbum Agua en polvo, publicados en once países y cuatro idiomas. Traductor de libros de Dickinson, Chesterton, Larkin, Howe y Bernstein, ha recibido los premios Víctor Jara, Nacional de Poesía y Cuento Joven, Nacional Pablo de Rokha y Goodmorning Menagerie, entre otros, y las residencias de narrativa de la Sylt Foundation en Alemania y de la Universidad de los Andes en Colombia.