Poemas de Ana Varela Tafur
Del libro Lo que no veo en visiones (1991)
CONFESIÓN
Soy una muchacha temerosa de vivir.
Los grandes monumentos del siglo me asustan.
No creo en los héroes nacidos entre cuatro paredes.
Los magistrados, los funcionarios, los policías,
todos me registran y no me dejan ser. Morir a mis
anchas, encerrarme entre las mil paredes que
ocupan mi soledad. Escuchad, no me quiero ir,
no quiero ser la vilipendiada muchacha que juega
a la detracción de sí misma. Quemen mis vestidos,
persigan mis huellas, no me encontrarán. Todo rastro
mío se ha perdido entre el filón de mi vida y la
suerte de bufón que se divierte de mi rostro.
Con todas las de la ley me pueden encontrar despierta
En un túnel diciendo atrocidades a los oídos
de los perros.
Y HABITO DESDE SIEMPRE
¿Quiénes han cruzado la quebrada antes
que nosotros?
¿Quiénes han poblado días y columnas
de hastío?
Nos han abierto el camino para llegar
descansados
y nos han dejado un cementerio de voces
que vagan bajo los puentes.
Y habito desde siempre soles despedazados,
largos infortunios antes de rayar el sol
sobre el planeta
y sé que nuestros abuelos han sembrado y
siembran porvenires
y los astros que me conducen acostumbran
a decir atisbo,
atisbo los años para que los muertos
descansen en paz.
Así recito para no olvidar historias de
látigos
y libras inglesas aventadas desde los
shiringales.
Entonces recuerdo el dolor de una espalda
devorada
y el filo del sable que cortó el miedo.
Era el tiempo en que el viento decía
la palabra salida,
así volaron sombreros de huambé desde
las embarcaciones.
Pero hemos regresado intactos, dolientes
cuerpos insospechados,
sabias manos que siembran frutos al recrear
los caminos.
SOLA COMO EL SOL
Te amo desde el principio
de este estallido
de petardos exactos,
llamaradas y
preludios,
canciones que incendian
mi ciudad matinal
Y sola como el sol
me arrastro
ardiendo
todo por mi intento
de encontrarte
vivo entre los muertos
cuando bajo la sombra
mi mano sólo es
la luz fugaz que no te alcanza.
Del libro Voces desde la orilla (2000)
ORILLA
La orilla desasida borraba nuestras huellas,
El tiempo sin tiempo de las navegaciones inacabadas,
Corteza hecha polvo o sumergida entre las aguas.
¿Hacia dónde viajar con las huellas bajo las corrientes?
¿Adónde correr vacíos de patria y llenos de partidas?
Ventarrones vigilando la sagrada tez de los árboles
Y huracanes lloviendo polvos de aromas y orquídeas.
Sobre nuestras cabezas atentas a los orígenes
Cantaban las aves el canto del naufragio,
Cantaban los hombres el paso de sus viajes,
Mientras los vientos otorgaban la incertidumbre de la hierba.
Fue así en que convenimos la geografía de las distancias.
Entonces las raíces nos arrojaban
Secretos liberados desde la savia de los árboles.
Ágiles en los territorios del presagio, los dioses del monte,
Vigilan la permanencia de las sombras despiertas en los renacos.
EN LA ESPESURA
Arrastrados por episodios de exterminio
los peones arrojados a los bosques
fueron alcanzados por la sangría.
Algunos moradores escucharon disparos en al aire
mientras bajaban por extraños ríos de miedo.
La madrugada crecía en las matanzas
y las abuelas descifraban caminos en la intemperie.
Las muchachas del Ampiyacu lloraban el fin del mundo
y sus pies semejaban sierpes vespertinas en los barrancos.
Huyendo espantados por las infamias
ahora todos, casi todos,
somos fragmentos de pueblos en la espesura.
NO POSEO SINO
No poseo sino una canoa y una parcela de arroz en un barrial,
no poseo sino el rumor del río huyendo siempre.
Aquí en Sonapi los tiempos son malos,
Digo malos porque no siempre se come o se bebe.
Entonces pienso si moriré en este lugar.
Los muchachos fieles al pueblo pasan sin verme
y no poseo sino mis ojos que me complacen de día.
Recostada en el puente apunto a la luna,
¿qué debo hacer en esta postura?
Sólo puedo recordar mi nombre cuando los difuntos me silban.
Del libro Dama en el escenario (2001)
HISTORIA DESDE LA LIANA
Se registra una historia en las aguas del Marañón
A veces permanece desnuda en los gramalotales
O en las voces marginales de los relatos anónimos.
Las crónicas y navegaciones advierten descubrimientos
En las versiones de un episodio atrapado en los baúles:
Incendios, extravíos, correrías,
Éxodos y espaldas devoradas por algún infierno.
Nauta discurre voraz en su cauce profundo
Mientras viejos cocamas cuecen raíces en la memoria.
Entonces, preciso recordar todo, absolutamente todo.
“La madre del Ayahuasca me dice:
Así, despacito, calientito, bebe la bebida voraz de lo alucinante,
De lo acontecido, de lo amargo, de lo dulce o lo venenoso.
Acuérdate siempre la soga puede penetrarte los ojos,
Inundar el registro de tus ancestros
O ahogarte en el río junto a los tuyos.
Porque la soga te envuelve en todas las versiones.
Alucina, alucina, alucinante,
Alucina siempre, yo te absuelvo de las fiebres y las visiones”
¿Qué amargor, qué hoja, qué corteza -para relatar-
devorará mi lengua cocama?
¿Qué palabras inventaré para consumar lo inevitable?
En las orillas de la huida todo se registra
A cuenta de nada, a cuenta de todo,
A cuenta de descifrar las hondas voces desde el peligro
Y las lluvias feroces de antiguos duendes.
¿Suena ya la tempestad?
“Así nos reconocemos: en la sagrada soga que envuelve los destinos.
Alucina, alucina, alucinante.
Así nos desnudamos: con el toé que pinta los colores de las sombras,
Protegidos por las lianas, las lunas llenas,
Y la cómplice bebida de los migrantes de la noche”.
Y somos desde siempre
Pintas de boa en las espaldas,
Pintas de garza en los rostros.
Y pronto seremos arrojados
Por un temporal de balsas apócrifas
Hacia feroces corrientes de un mar acechante.
Del libro inédito: Registros fluviales
INTENTO
acabas siendo un intento
el título de un poema no escrito
el índice de un libro perdido
y tu gravedad no me basta
si aprietas mi muslo y te callas
en esta tarde de anticipos
la sal de tu cuerpo se derrama
y la humana comedia es posible
porque es cierto este siglo
esta luz que te cubre
VOCES
Voces que emergen de barrancos ocupados
Que inventan ficciones de patrias extraviadas
Que historian en lenguas de parientes lejanos
Que peregrinan y son transfronterizas
Que son hallazgos de fósiles o cuerpos enterrados
Que bajan por las escaleras de los puertos
Que se celebran a sí mismas en la tempestad
Que reconocen la creciente de un río en los árboles
Que pronostican alzas de precios y pesadillas
Que invaden los patios de ropa tendida
Que son pedazos del breve universo
que sostengo en mis manos mientras algo se esfuma.
A VECES LOS RÍOS
En tiempos de creciente se alejan los peces,
nos dejan en territorios salvados sin despedirse.
Se van hacia las profundidades oscuras
y no veo sino burbujas y el río que se extiende.
Mi casa está rodeada de agua otra vez,
sólo el techo se salva con su cara al cielo.
A veces los ríos no son amables.
Mi abuela sospecha que hay espíritus del agua
que vienen por las noches a despertar a los niños.
En sus ratos libres humea con tabaco la casa.
“Para espantar los malos augurios,
que quieren gobernar el mundo”- dice.
Ana Varela Tafur (Iquitos, Perú, 1963)
Doctora en literatura latinoamericana por la Universidad de California, Davis. Pertenece al Grupo Cultural URCUTUTU. Para Ana Varela la Amazonía no solo es su lugar de origen, sino los ríos donde navegan sus ancestros y las voces de sus habitantes que merecen ser escuchadas. Con su libro Lo que no veo en visiones (1992) obtuvo el Primer Premio de la V Bienal de Poesía Copé. Publicó Voces desde la orilla (2000) y Dama en el escenario (2001). Sus poemas fueron publicados en revistas de poesía de Perú y Estados Unidos entre ellas, Ptyx, Batalla de papel, Lucero, Diálogo, Céfiro, Huizache, Literary Amazonia y Amazonian Literary Review. Sus poemas fueron incluidos en las antologías de poesía: Más aplausos para la lluvia (2012), En tierras del cóndor (2014) y Volteando el siglo: 25 poetas peruanos (2020). Ha editado con Leopoldo Bernucci el libro Benjamín Saldaña Rocca: Prensa y denuncia en la Amazonía cauchera (2020). Tiene dos libros inéditos de poesía. Reside en el Anillo de fuego de California.