Poemas de Rubén Quiroz Ávila
De Niño vudú (2001)
Lima: San Marcos.
MAROMAS Y TRAPECISTAS
1
luz de alga enloquecida
derrumba vieja sabiduría
en los dominios al fondo
un oscuro promontorio de cartones plumajes corazas
y dormitas en la hiedra o memoria
donde muchas escamas pululan de insomnio
de aire con grietas
telarañas esparcidas entre animales tristísimos.
2
cómo llorar a tu costado
si el trapecio es un astro que llueve
sobre los muebles un cuerpo
tendido de miedo
y rueda en máquina de coser
hasta llegar a un malecón
donde hollín labios tinieblas absorben los cadáveres
3
terrible el solitario que boquea
y ebrio se detiene en la garganta
al presentir el designio
puro como el dolor nocturno
de cuyos escombros
su morada construyen los intactos.
PSEUDOPODOS, AROS Y SINIESTROS
1
piquero que truena sal en ceguera dedo
un levísimo rostro bajo el aire que tumbamos
en lenguas inauditas por toneles pintarrajeados
de sudor anuda en talle barranco que troco
a ultimar arquitecturas cronos no es bidón
y figura tras plástico evaporado en cresta dedo
qué gozne es tu frío y redención estero
vaya miel de zancos hondos o nochecinos
como silencio en almejas hollables al marino
de tinieblas que dispusimos en madre cabello
2
pulpa en conserva todo en escapas rubí
e inserto rumor en fardo atalaya tintineando
un cometa ocho desposeídos de picos y moscas
llorosos de cabras vagones ladrados muerdos
única rabia conociendo la vigilia no cansa
ni escupe sólo devasta médano arista cascajos
y culpa confunde su banquete a tras luz llano
un remolino de beterragos que es antigua sabiduría
PEDESTAL
1
de niño murió el ojo y salta. Pero fagot
quiso ser palo como la noche de tus orejas.
Miniatura en grietas o hueso. Voz cae ancla.
Llega. Madero ¿no oyes? Una sombrilla redonda de mudos.
2
ombú de uñas de enanos que sonríen en porcelana.
Verano de narices saltan de brisa, de allá.
Lo luminoso en laurel noctámbulo/ebrio. Mira
cuánto crece la campana de rana o tallo de caracol
ahora regreso sin mapa ni mar o aire de papel.
3
el amigo barbo escucha el ekeko herido
y se lanza dedos alabastros enfermos de sed.
Peino mi juguete mojado en boca de ancianos
garabateados. Y te creen.
4
aquella lucecita vestida de tul hiere su lejanía.
Otea lágrimas de tren. Brujas olvidan su reloj
en huida. Tengo algo más que respirarte antes
de tus pestañas ya sordas.
De Rotación (2004).
Lima: Trilce.
8:23 parco y con el cráneo abierto
sabio y con su niña muerta
silencioso y con la mano destrozada
ciego y con el ombligo borrado
alto y con el borde púrpura
soñador y con su voz giratoria
frágil y con sólo un aire
oreja o brazo descubierto
y hallado la víspera
apenas dos veces
pone la piel a disposición
como dormitando
al fulgor del torvo sol
así hemos llegado
con las lenguas pulidas y prolongadas
a la espina dorsal
pero al girar un ascenso permite
el repliegue del cuerpo
hacia el cenit y su estertor
o el limpio sonido de la membrana
cortándose a pedradas
entre pejes desovados
en pleno miedo creciendo hacia dentro
y la misma desolación
con su exceso de albor
forma una cáscara de nubes
hechas al cuerpo impuro
ya que así perderá el reflejo del esperma
el púrpura de su laceración
el rapaz ojo aureolado
cuelga el pellejo herido
échale sal a su indicio
pero
no imprimas la humedad
no manches de aire negro esta pleura lavada
únete al ultraje mira esa garúa con su opacidad
mala treta a la jiba
una boca
una boca con su bífida
o algo antiguo en el lado mortal y redonda
redonda como ella misma
con su cizaña y la uva mayor
dichosa y ajena
a veces astillada otras vacía
y envuelta una tromba
una tromba de agua
en la misma boca prolongada del sol corvado
así el silbido seco sonámbulo cenizo
Inclinado el estallido del cuerpo
Que no quiere
Ardiendo y asomando
Cual desquiciado maniquí
Se niega
Deshecho
Y otra vez deshecho
Alrededor de un lago
Una alcoba
La otra boca
En las hendiduras
De las casas malas
Bajo el nimbo te inclinas
A libar en jolgorio
A retozar con tu caracol y su membrillo
Ojos hechos a la altura de la saliva
Donde la lluvia ha perdido un transeúnte
Un nido tocado
Al remover las piedras
dentro de la acequia
Que en vaivén interminable
Estacan la retina la rompen
De lengua cuerda
Donde los vigías braman
Olvidando el polvo
Entre los chiquillos su mimbre
Y comienzan a llegar
Danzando con las cabras
En plena risa que no abandona
A las bailarinas de hojalata
Con sus dedales pitando sobre las plantas noctívagas
El Cojo murmulla
Bordeando al fratricida
E invoca
El aleteo de los tejedores
Que lentamente se desgarran
Sobre los adobes
Emitiendo silabeos
balbuceos
sortilegios
Un dibujo cae hacia atrás
Fétido y nocturno con su declive
Cubierto de ortigas y agua sucia
Con vasijas quebradas y las manos
Extendidas
Hacia la muchedumbre
¿otra vez Lágrima indicará el regreso?
Los tullidos
Pueblan las enredaderas
Y asisten al parto
De un pájaro inaudito
Pujando entre los rehenes
Mientras arrastras
Colibríes con su aleteo
Y escarbas en las escalinatas
Resoplando
Acongojado por las semillas
calcinadas la víspera del encuentro
Idos lejos del sol
Dentro de la sombra del ramaje que ofrece
Un pozo de cuervos y salmones como designios
A la mano sumergida
En la garganta
Retorciéndose
En
huesos colados
Hechos la madrugada
De puros vestigios
Al huir entre el lodo
De la metamorfosis
que olvidó su cuerpo
y quiso mudar
Su anillo por melancolía
& sus modulaciones en trinos
pero corría de puntillas
al divisar la bahía
Ahí el cuerpo en su inquietud
& en su nostalgia vegetal
con la dolencia embarcada la víspera
en su curva o su retina
justo en la punta donde boquea
y no abandona el reflejo
& su cuerno que ulula en el embarcadero
Trepan a los tejados
Y ruedan por los jardines
Que son atravesados por repentinos voceríos
Ahora lo sé
Tenía cielos derrumbándose
Que tiraban, llevándome
Para ser lengua
Hay que distinguir
Entre un girasol y el gozo
De todo acto
Que construyen los climas lascivos
los que duermen con agujas en la boca
juntan los pies
En las claraboyas
Porque un miedo
Una sola turbación
Les da forma oblicua
& anuda el cuerpo a su exceso
Otras veces se arrancarán los cabellos
Y en cada peldaño gotearan lumbres
Algo salvajes entre el alborozo y la noche
Hostiles y erróneos
Mirando coleópteros altísimos
Que se ocultan en plataformas
& latidos prisioneros de su centro terrestre
de su exilio interminable
de su cuerpo confuso
muda el aire su turba
y no precisamente su gorjeo
ah la raíz sonora
su arácnido sin horizonte
o el arbusto que crece negado
en el vientre oscuro
de su nudo
pero la clepsidra
sin embargo, persiste
el festín
de quien sabe su dolor
y cruje deshecho
hacia la calle
envolviendo su latido
en humos
donde profundidades ocultan madrigueras
que se derrumban al contacto
del revoloteo
del pájaro sucio & diminuto
desplazado en su colgajo
muerto en su afonía
seco en su indiferencia
sin ojos abriéndose
a la furia aparecida
y transita hacia la ventana
el hueco que avista desde su fragor
su cerco sucedido tras la batalla
de su rancia locura
junto a su primogénito
sudado de cansancio
que se hunde nostálgico en el barro
y trina interminable con su abertura
pelado e insomne
de rodillas ante el mutismo animal
su estallido que acaba y oculta
su astilla
duro y hacia abajo
por encima de la chispa
que zurce contraído el cascarón
toma tu conjuro y date la vuelta
puebla el convocado su aniquilación
anunciada por minúsculas mantarrayas
y sus largas colas resoplando el fango
homicida
donde crecían arbustos malezas caracolas
detrás de la higuera y su maldición
del desierto y su pastor
de la ciudad y su morador
hay un pedazo de luna
una culpa un silencio malhabido
o un abrevadero más cruel
donde una cabeza flota imperturbable
De Médula (2006).
Lima: Tranvía.
11
otro cuerpo es posible en el fluido que acompaña a la plegaria
quizá algo tibio al tacto o mejor a la lengua
con una explícita agonía dictada por el estremecimiento
otro cuerpo u otra alma
como el alimento preparado por las hormigas
por la inmensa bondad del dolor
que retorna a su cuerpo y se aferra al acantilado
con acetileno y vulva
siendo parábola de despedida
otra alma es posible
en las rutas del naranjal en las proyecciones de las malvas
no se admite la tiniebla en el equilibrio
en la arquitectura luminiscente descubierta por ningún gato que rasga el amarillo
y la mano que sabe el sufrimiento
con toda la paciencia del que adopta su única palabra
no podrás huir
y no te perdonaré
Padre mío que desbordas al hermano lobo
Y reniegas del cangrejo que cruza indemne tu cara
Padre tuyo que sabes que no coincido con el canario fatal
Que sospechas de un granizo que da vueltas en el jardín
O un espejo que no detiene el curso de la Historia
Hermano lobo, eso nunca lo entendí en el amor; cuál cielo he de vindicar
Cuál mala puerta he de perder
Cuál hijo he de ahogar en los puquiales
Cuál lluvia descolgaré de los pulmones
O el aliento de los potros sobre el centro del pecho
Con su fiebre y su racimo
Con su enemigo ineludible en la zona donde habitas
Ahora si podrás atravesar el sol
Pero
No te perdonaré
Ni por tu falso nombre
Ahora la boca se descose
Hecha pájara se arroja a la tierra quemada
Y en su enrancia próxima a la retama
Vuelve a su plegaria
A su herida
12
del lomo animal
con el morador animal
con la dureza del que limpia su córnea con palo
y a oscuras rasca su encía
lo mismo hiciste con el perro
que tenía un limón por planeta
y en su planeta un viejo dolor
con la médula incrustada en el alma
la pena ósea
la memoria osaria
el amor esqueleto
la nostalgia huesuda
no te perdonaré mientras mis hijos duermen
y veo saltar las lagartijas en sus intestinos
y se abrazan preguntándose sobre la tristeza
y el corazón dividido que atraviesa el comedor
el coro de niñas que hacen estrellas con su llanto
el cuerpo simplemente humilde pegado a su esqueleto
tiritando en su centro de todo lo violeta que proyecta
ya no me perturba el terror
he aprendido a beber formol
no hay boca que pueda pronunciar tu plegaria
no hay boca
hermano tronco ni el hocico del hermano anterior
que reconoció el intestino como el río que hablaba
hablaba heridas
decía Santa Rodilla Hermano Lobo Padre Nuestro
sin resentimientos hermanito
no te perdonaré sin tirrias padrecito
no te perdonaré
solo con mi Gran Herida
solo
calculando el tamaño de mi médula
Rubén Quiroz Ávila . Ha publicado los poemarios: Niño Vudú (2001, 1er Premio Estación Compartida), Rotación (2004, 2do premio Juegos Florales Interuniversitarios PUCP), Médula (2007, Primer premio Blas de Otero, UCM, España), El derrumbe (2009), Anima insomnia Sueño sónico (2015), con Gonzalo Portals, Wamachinoa (2017), con Yili Rodríguez. Ha sido traducido al inglés y al francés. También ha publicado Divina Metalengua que Pronuncio. 16 poetas transbarrocos 16 (2017).