Poemas de Roxana Crisólogo
una extranjera viajando en tren a Moscú
no hay a quien hacerle el habla
pero de rato en rato
viene el controlador de boletos a controlar
mi nerviosismo
y me siento acompañada
he llenado de tos el compartimiento
el aire circular de los agujeros
con diminutas ventanas
el maletero vivo
de cosas
no soy una vendedora más
ni sé de excursiones
Lonely Planet
al centro de la Tierra
me disculpo
odio las montañas
no tengo por qué explicar
un origen demasiado arraigado en mis ojos
este excesivo sueño
que el desierto ha dejado
como un tapiz de ahogadas voces
en mi lengua
hasta que respirar se hace en viajes
cada vez más cortos
el tiempo que me tomo en voltear
la página
y encontrarme de golpe
con el informe del tiempo
al fondo dos turcos se juegan la suerte
o a mí
y una nigeriana da de comer a su hijo
de un fruto pequeño que llamaré pecho
verde que te quiero verde
repito
asumo esta opción
la soledad
ojos profundamente negros
y manos cuidadosamente blancas
toda una lista
de enfermedades tropicales
que de pronto
asoman el rostro
en un inglés impronunciable
que ya no me importa seguir
y es un motivo más para el silencio
pero ahora los turcos se lo juegan todo
y me toca ser el cuerpo
o esa parte mía
que también llamarán pecho
un cruce
atolondrado de formas
y empiezo a entenderlo todo
acumulando voces como dialectos
afines al tacto
mientras agua sale de la boca
no como una palabra
y se convierte en una pregunta de los ojos
que también el cuerpo describe
pedir agua
debe ser igual en todos los idiomas
desde todas las manos
me aferro a lo que el cielo arrastra
para mantenerme despierta
para seguir el verde
para no interrumpir
el recorrido e inimaginado
vacío
Verde del Báltico
verde postal
el invierno es la ausencia
del todo
me dicen
y ya soy parte de esta línea
que como un iceberg
se desvanece en la nada
que dejará el tren
dejamos atrás una estación
yo
el desentendimiento
y este horizonte
cuidadosamente labrado
el destino final
de todas sus promesas
verde insiste
en posesionarse
como el espejismo de la inacción
mientras
una daga de luz
adoquinados moldes de leche
este pecho mío
disecciona
una planicie de lagos
dónde vivirán ese par
de muchachas holandesas
no en un barrio
supongo
ni en medio del bosque
posan una al lado de la otra
tan apacibles
en el almanaque
mientras a su lado
una vaca
se deja tocar la ubre con placer
comercial de leche o de yogurt
-se me revuelve el estómago cada vez
que escucho la palabra yogurt-
hojeo una revista para no tener que hundirme
en el verde
para tener qué preguntarme
qué contar
no todo será
este ardor de várices
ni falta de movimiento
aún quedan tantas horas
¿tendrán el mismo efecto
dolerán igual?
piernas demasiado blancas
demasiado largas y bien torneadas
y alguien por ahí diría
perfectas
es un asunto de huesos
cómo explicarles que soy demasiado pequeña
que no consigo bajar la persiana
demasiado verde terminará por cegarme
demasiado campo
espacioso e indeterminado vacío
demasiados ojos
atestiguarán
una extranjera en el tren
camino a Moscú
leyendo sobre lo que hace unas semanas
pasó en Vorónezh
una ciudad desconocida
hasta ahora
como yo
que desordenadamente
fisgoneo en el mapa
y viajo sin dejar que el silencio influya
que fluyan los árboles
dejar
dejar_
se
A
F
L
O
R
A
R
reviso mis notas de física
las coordenadas del cielo
su equidistancia imperfecta
se impone la sabiduría del mago
la sofisticada velocidad del color
poco a poco
todo
se aclarará
en los ojos
la mirada del pasto
verde con olor a menta
verde limón
verde esmeralda
verde que te quiero verde
recito
verde que te quiero verde
carajo
como una niña que se introduce
un cuadrado de miel en la boca
no hay más detalles
solo esa niña viajando
una familia de vietnamitas
jugando a las cartas
jalando de su abrigo
o del vagón cuando se inclina
¿y si estudiara el primer año de arquitectura
si tuviéramos el mismo sueño
la misma suerte
el mismo golpe?
a mí me gustaba danzar
no diré mi nombre
solo que me gustaba danzar
fue esa falta de manos
esta ausencia de voces
lo que me hace contar
yo bailaba entre otras razones
porque hacía falta decirlo de pie
bailaba sobre una alfombra de arena
a miles y miles de kilómetros de Lima
todo lo que se puede dar forma en la mente
giraba como un abanico
oriental en mi rostro
estudiaba arquitectura
y bailaba
bailaba
para domesticar las sombras
un edificio tras otro
soñaba e interpretaba mi mejor danza
cuando el tiempo atascó un pie
en el acelerador
era la noche
de los cristales rotos
Kristallnacht
en un alemán
mal masticado
aun queda en sinsabor
en la piel
y la patraña que esconde el pan negro
y afloja los dientes
y endurece el alma
abedules
pinos
fresnos
debe haber alguna madera
que se sobreponga al vacío
algún peso que lo contenga todo
cierta algodonosa
humedad
demasiado blanco
enceguece
demasiada luz
demasiadas sombras
una extranjera viajando en tren a Moscú
Vorónezh desviando el camino
cementerio de fábricas
reactores nucleares y flores
disfrazados de pasto
en el fondo
en el fondo
la boina roja
de un asustado conscripto
que no bajará la mirada
demasiado joven
pienso yo
demasiadas preguntas
piensa él
dos muchachos rubios
con un bate de béisbol
botas y cabellos rapados
destapándome el vacío
llenando esta nada de golpes
fue una mañana de mayo
cuando la sagrada familia
dejó partir a su único hijo
los guardias de inmigración
la losa fría
el techo alto y enrejado
el tren de un lado de la estación
el lado desde donde desprenderse
se hace más fácil
shalom
shalom
los escuché decirse
y no hubo pesebre
ni concierto animal
no hubo estrella
ni reyes que acunen u orienten
al único hijo
la sagrada familia
yace sobre una fría banca
en la estación de Zúrich
mochila pesada
desorientada como él
busqué el sol
de los carteles de información
abandoné la fugacidad de la luz
empecé a dibujar un
nuevo cuadro
en el lugar de la estación
más proclive a la desilusión
y al olvido
las luces de los trenes
la tenacidad del vacío
el desenfundado orificio del túnel
que me devolverá a la entrada
de la estación
como al paraíso materno
el reloj del padre vaciando
como si nada
las horas
que nada tienen que ver
con los muros que aquel único hijo
había aprendido a construir
construyó el muro
¿aprenderá a derribarlo?
tararea
el estribillo de una
pegajosa canción
shalom
es como si lo escuchara decir
siempre hay un deber
una lógica
que se desliza como piel enemiga
en la sangre
una casa por demoler
un tiro que dirigir
la sagrada familia no abandonó
a su hijo
solo lo dejó ir
hay que decirlo
desde el lado de la estación
que hace más fácil
la demolición
el olvido
el lila de los campos de bayas
el paisaje que se estrella en la ventana del tren
como la paloma que un niño quisiera
seguir
pero apedrea
entonces como Tatiana
me apuraba a borrarme las ojeras
el sol
de los campos de bayas
y como Tatiana me preguntaba
y como a Tatiana le preguntaban
qué hacer
para evitar el control
cómo hacer con la visa
cómo deshacerme de esta sonrisa
- el vino tinto
de estas sombras -
el paisaje
que se estrella en la ventana del tren
la piel jabonosa del río
que desciende
y se pregunta
¿qué diablos hace esta muchacha
hablando desde las manos
explicándose desde los pies?
expulsada al tiempo perverso de los árboles
cabezas gachas
cabezas negras y apuradas
soledad de asfalto como la mía
cabezas peruanas fósiles
emergiendo de costales de baratijas
medias chinas y baterías coreanas
que los rótulos fantasmales de los grandes teatros
convertían en incontenibles llamaradas de gente
pensé que los había dejado reposando
en las barracas eternas de la desmemoria
a las matronas sin trenzas
repartiendo churros a peso devaluado
bajo la luz hosca de los negocios de comida
a los maniquíes sin mirada
vendiendo tarjetas postales para llamar al Perú
a los bolivianos encogidos en poltronas de tocuyo
escuchando radio con la indiferencia
de los mismos maniquíes que una cuadra atrás
me invitaban a detenerme en un hueco oscuro
regentado por un judío agazapado
en un mostrador con olor a tela
mientras que desde otra mirada
una muchacha abre un cartapacio
de cuentas y una multitud húmeda
culebreándose entre mis pies
trasforma sus ojos en gracias indiferentes
que devuelvo por sobre el hombro
en un desdeñoso rehacer
ir y venir partir y regresar
sin palabras
te imagino vendiendo chucherías
contándole a la gente lo lindo
lo maravilloso que es vivir en el Perú
vendiendo en un idioma que no existe
un país que tampoco existe
puedo ver a mi hermana vendiendo
en un pueblo de nombre impronunciable
compitiendo con turcos alegres
hábiles vendedores de baratijas
entre alfombras y sedas
la estudiante de cabello largo
la muchacha pobre de San Juan de Miraflores
(cerca de lo que algún día con suerte
llegará a ser un tren)
vendiendo como quien se vende a sí misma
como quien recupera una parte
de su orgullo perdido
exigiendo el precio más alto
dientes blancos
que llamará collar de piraña y ella luce
con verdadera dignidad
piel marrón de huaco
que conseguirá admiren
mirada de bronce como la de los embrutecidos
en las minas
manos enrojecidas por el trabajo negro
tú les dirás que es su color natural
llovía
pero era el calor el que nos hacía agua
el cuerpo
llovía
y no había lugar para un alma más en el bar
por eso tomamos las calles
pedimos empanadas de queso y cerveza
llovía
y tan solo algunos pocos letreros
conseguían brillar:
Osip:
bar bohemio en el centro de
la ciudad de Porto Alegre
neonazis y anarquistas
se enfrentan a botellazos
bajo una eternidad de árboles
en una eternidad de sombras
los muchachos cantaban y daban vivas a la revolución
dábamos vivas a la revolución
a la lluvia
que no nos dejará pasar
a los teléfonos celulares
que no cesan
no paran de llamar
preguntando cómo llegar al Osip
bar de bohemios y soñadores
en Porto Alegre
hasta que escuchamos
algo más contundente
sobre el amor
y la piel cansada
después del amor
y volvía la lluvia con más fuerza
y el retrato de Osip Mandelstam
refulgía como un icono ruso
más dorado y viejo
tras un centenar de cervezas
y el amor empezaba a surtir efecto entre
nuestras manos
comenzaba a arder como un mechero
en el corazón
casi
había conseguido fundir
nuestras armaduras
nuestras más profundas
oscilaciones
y defensas
Osip:
bar bohemio en el centro de
la ciudad de Porto Alegre
no lo olvides
Roxana Crisólogo Correa (Lima, 1966) es una poeta y gestora cultural que vive y trabaja en Helsinki, Finlandia. Ha publicado los libros de poesía Abajo sobre el cielo, Animal del camino, Ludy D, Trenes (El Billar de Lucrecia, México 2010) y Eisbrecher / Rompehielos (hochroth Berlin 2017).
Su último libro titulado La belleza, escrito gracias a una beca del Finnish Cultural Foundation, aparecerá bajo el sello editorial Filodecaballos de México.
Crisólogo es la fundadora del proyecto de literatura multilingüe Sivuvalo. Actualmente trabaja como coordinadora en Finlandia de Nordic Literatures in Change and Exchange (Nolitch X). Roxana es presidenta de la Asociación de Escritores y Artistas de Izquierda “Kiila”.
Ella forma parte del colectivo multidisciplinario La Colectiva, que reúne poetas y artistas radicadas en Helsinki que utilizan la poesía para experimentar su relación con otras formas de lenguaje.
Su trabajo ha sido apoyado por la Fundación Kone, Finnish Literature Exchange (FILI), Arts Promotion Centre Finland (Taike), Kari Mattila Foundation y Finnish Cultural Foundation (SKR).
• Los poemas publicados forman parte de Trenes, reeditado este año por Ediciones Libros del Cardo de Valparaíso, Chile.