Poemas de Maricela Guerrero
CARMEN
Preparar chayotes es un acto recurrente que irremediablemente
recuerda a mi abuela:
Carmen:
la que lloró de rabia y lo aborreció todo el día
en que la muerte se sentó en la orilla de su cama;
la de los aires de grandeza y familia aristocrática
la de liposucción y estiramiento y dentadura nueva
27 años, ha.
Preparar chayotes, parirlos…
La de la Viuda Negra, Cherry and Grand Manier y Johny Walker red, blue and black label:
nombres que pronunciaba con mucha clase y que traía de la frontera.
Jugaba a policías y ladrones —amasaba una fortuna, dijeron—
Carmen Capone del Peralvillo Orol,
bodegones de tapanco en vecindad que decía: muy decente.
Carmen de Tokio, Madrid, Turquía, siempre tendrá un París,
sus propiedades, sus fincas: hacendada, acorazada, mi abuela la de las
acumulaciones.
Nació en el 27, siglo XX, bailaba a escondidas de su madre, instantes de su fugacidad;
zurcía las medias hilo a hilo, eso dijo: “allá en la Guerra” mientras grandes
abría los ojos.
“Ponles sal, ráyalos muy fino”, también decía.
Yo le quería con toda el alma,
como se quiere sólo una vez
eso llorando cantaba con los ojos y nadie la veía, mi abuela:
la que jamás llamó a mis novios por su nombre y se reía.
La que a lomo de mula partió en busca de su hijo, el pródigo que vino a
morírsele en los brazos: San Marcos, Querétaro, Vallarta, a lomo de mula,
el loco,
el artesano, su oveja descarriada.
Carmen, la que se iba al teatro sola: Brodway decía también las Vegas,
Avenida Juárez.
La de zapato fino y maquillaje, afeites de una Carmen Bovary, y alguna vez
fue dulce:
recogió el cabello de mi madre y la besó y le dijo que era buena.
Sicialianos por salecianos les decía a los padres de la Cosa Nostra Don
Bosco, sonrojada ante sus hijas las maestras;
la aristócrata, descendiente de un poeta xochimilquense ya olvidado, y
malamente muy romántico, abuela.
La que cultivó canarios a la muerte del abuelo y dejó de bailar.
Preparar, chayotes, parirlos.
La de los últimos días de costumbres japonesas, la abuela de kimono, faroles,
cajitas rojas, porcelanas y zapatillas de dormir muy breves:
Carmen.
DÍA DE PRECIPITACIONES I
Y en menos de que lo cuento: mierda
un microbús arrancó la facia con faro con defensa,
asegurada entonces, llegó el ajustador y luego—dos horas después—el
otro,
luego que mierda que los dineros, esas cosas de la vida:
que el deducible, que me lleva el tren y llueve
y yo que me iba al yoga, de monje tibetana al karma serenar,
la precipitación, días de plumaje lluvioso
¿qué se le va a hacer? Un café tres lecturitas y respiraciones
concéntricas
así que el dinero va y viene y entre los microbuses se detiene
libros, respira
precipitaciones en incontinencias gramaticales
acariciables,
respira
palabras que se precipitan más cercanas que ajustador que facia que faro
que defensa.
DÍA DE PRECIPITACIONES II
Y luego que lo del chevy rojo,
mucha agua, me digo, ahora se quita: evaporaciones;
no lleves nada que no amerite el viaje —kavafis, pienso—
vámonos pronto, allende el mar de las inundaciones, el frío, no hay
paraguas a la medida de un deseo, sospecho y escurro;
diluvia todo el santodía
ni en qué atajarse y el resfriado, flor de melancolía o depresión según la
sintonía histórica de los involucrados,
probable pero, ¿quién asegura nada? melancolía o depresión:
café y un aspirina, también:
la vuelta a casa, en el parabús como en acantilado al borde,
espera
uno dos tres micros raudos rápidos y salpicones nos remojan:
sólo el perro que me orine —también pienso: melancolía o depresión como
uno guste,
luego que lo del chevy: raudo raudo que pronto que uno se acostumbra a
un coche y eso que no nacimos en él ni nos cortó el ombligo.
TARDE DOMINICAL CON FOTOGRAFÍAS
No quería tener lo que la gente llama un hogar. No quería tener el deseo de regresar a ninguna parte. Necesitaba saber que nada me esperaba en ningún lugar, de que el sitio donde se suponía que debía estar era justo donde estaba en ese momento y que, cuando ya no hubiera nada que fotografiar ahí, entonces ya era tiempo de dejarlo por otro.
Josef Koudelka
aprender a ser persona
aprender a ser un árbol
—anda, llena la plana con las letras de tu nombre—
aprender a llorar
a destruir
a ir al astillero varado
—visita el museo y escribe: anda, llena la plana con las letras de tu nombre—
aprender a escuchar un caracol
a dormir en la celda de los cocodrilos
a pasar entre los alambres de púas
a pasar entre los alambres, solamente
entre columnas tendidas
entre casas sin gente
entre carrocerías- chatarra y carreteras sin automovilistas
—anda, llena la plana con las letras de tu nombre:
anda, que no se te olvide que hoy 4 de agosto te llamas maricela guerrero
todavía
y no árbol, ni chatarra, ni letrero.
aprende que hay pordioseros en las calles de cualquier ciudad del mundo;
que en todas partes el drenaje apesta;
y que los policías que vigilan los museos son intolerantes y precarios en todas
partes;
que los que visitan los museos son eruditos en todas partes y se conduelen
aprende que en todas partes del mundo los amigos y las amigas y los quienes se
acuestan juntos o juntas y quienes conversan y se aman y quienes se aman y
bailan juntísimamente y quienes discuten de política y no acuerdan y quienes
permanecen en silencio y no acuerdan y quienes no bailan y piensan mucho
van a
los museos los domingos
y la asociación de padres de familia
y los zapatos blancos
a ver chatarras universales
a ver manchas en la pared
a peinarse frente a las fotografías y las paredes de mármol
—yo no sé qué es esto; pero me duele como una vaca manchada vista por dentro,
como una playa perdida y muerta en chiapas;
no sé qué es esto, pero los faroles se ondulan, agustín.
es mentira que la fealdad se transforma en algo sublime y bello, señorita fárová;
la fealdad es fealdad aquí y en checoslovaquia o turquía:
hay pordioseros y niños que inhalan aquí y en otros drenajes,
y aunque tengamos retratos luminosos, no se transforman en nada bello;
la fealdad es fealdad
aquí y en el resto del mundo
con todo y ojos y cámara y revelación de por medio
señorita fárová: las mujeres abarrotan los baños de los museos los
domingos, aquí y en italia y regañan a sus hijos:
lo inacabado está inacabado aquí o en francia
y nunca es bello ni sublime
aprende que los pobres son pobres
y los viejos, viejos en todas las lenguas del mundo;
que cada ciudad tiene su
ciudad perdida
y su cantina —taberna—
y a los mismos viejos tomando el té
y a sus muertos
y a sus pájaros ensangrentados
y a sus mujeres con pechos rebosantes
y a sus fantasmas
y a sus ángeles con lágrimas
y a sus dandys y sus piedras y sus alambres
mujeres con los cabellos rizados
que el viento evita
y cielo
los orinaderos para ancianos en irlanda
los acueductos romanos en italia
los platos sobre la mesa en Portugal
los ronquidos en el autobús español
el brazo de stalin
se llora y se jala el cabello
y se tiene miedo de la misma forma en todas partes del mundo
no hay cielo después de esto
desaparecemos igual en todas partes
sólo que a veces puede ser más triste
sólo que a veces puede ser más pronto
sólo que a veces es más cerca
a veces
una bicicleta
y un hombre
sacudiendo la arena de sus zapatos
a veces
una monja
su maleta
y un paraguas
sobre la arena
a veces
dos mulas
jalando una carreta
después de la lluvia
a veces
un emperador
y su amante
una ciudad.
a veces
un alambre de púas en la playa.
Del libro De lo perdido, lo hallado, Conaculta, México, 2015.
Brassier
Tus dolores existenciales te vienen con demasiada facilidad
--yo sólo pensaba en irnos por ahí a platicar:
sin el psicoanalista en la sopa
sin su cantaleta del vacío del hacerse ronchas
rellenar huecos como brasieres:
rellenar
¡qué adolescentes nos crecerán ahora en la memoria!
Esto es lo que hay,
también ganas de escribir palabras majestuosas:
pechos, rebosantes, flamantes, redondos, señoriales con demasiada facilidad:
que en la sopa el psicoanalista rellena:
el eje del mundo dice:
las tetas.
Dime de qué careces y cacareo:
gallinita soy, también es demasiado fácil inventarse unos huecos
hasta en la sopa
y en los brasieres, las gallinas rebosantes y flamantes no muestran sus dolores existenciales
ni sus huecos:
las gallinas son gallinas y bailan y cacaraquean:
cacaracaquear es una forma de que el mundo siga existiendo:
rellenar huecos con pechos o con dolores existenciales es una forma de jugar a escribir palabras majestuosas
hasta en la sopa
gallinita soy y preparo sopa de sostenes para psicoanalista:
bailo y cacaraqueo frente a flamantes y rebosantes teorías sobre los dolores existenciales de la sopa:
gallinita estoy
y el mundo se merece mejor suerte que la que ha tenido hasta ahora.
Del libro: Peceras, Filo de caballos, México, 2013
Daño superficial
El desgaste puede ser definido como el daño superficial sufrido por los materiales después de determinadas condiciones de trabajo a los que son sometidos. Este fenómeno se manifiesta por lo general en las superficies de los materiales, llegando a afectar la sub-superficie. El resultado del desgaste, es la pérdida de material y la subsiguiente disminución de las dimensiones y por tanto la pérdida de tolerancias.
A veces soy un pez
o muchas variedades de peces.
Quisiera ser un pez colorido, hermoso y dúctil; aunque esta mañana soy un pez globo, me he hinchado y me han salido espinas.
La doctora me pide que me coloque sobre la plancha, me dice que las jornadas laborales de ciertos peces
no debieran extralimitarse:
así extralimitarse, como si las jornadas a sí mismas se llevasen a límites extralimitados.
La doctora blanca como porcelana de la dinastía blanca,
como flor de jazmín en perlas para el té:
blanca como cold cream, Lugones pienso: luego, luego, me dice:
Usted es un pez globo
--Ajá.
Usted se ha extralimitado. ¿Qué desayunó esta mañana?
Manzanas, dos o tres:
redondas como los pómulos de mis hijos:
manzanas rojas, jugosas, dulces de carne blanca y crujiente.
Usted se ha extralimitado:
las cosas rojas producen irritaciones e inflamaciones.
Camine por la sombrita y suprima las cosas rojas por tiempo indefinido:
la sombrita debe ser blanca,
su cólera blanca
sus palabras habrán de ser blancas:
armas blancas las que necesite;
aquí en nuestra blanca farmacia le surtiremos blancura:
pastillas blancas con rayita en medio.
Un pez globo se esponja en medio de la mar salada y no sonríe.
Evite los frutos rojos,
las primaveras, pero sienta: intuya.
Recupérese como vaya pudiendo.
Maricela Guerrero, (Ciudad de México, 1977), compone poemas y otros materiales mientras intenta hacer crecer suculentas en los intersticios oficiniles. Desde las ramas una guacamaya, Bonobos-CONACULTA-FONCA, Toluca, 2006; Se llaman nebulosas, Conaculta, México, 2010; Fricciones, Centro de Cultura Digital, 2016, http://editorial.centroculturadigital.mx/libro/fricciones, y el más reciente El sueño de toda célula, Premio Clemencia Isaura de Poesía 2018. @papelcontante pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte.