Poemas de Laura Rosales
De El tiempo es un río sin orillas (inédito)
[EL VIAJE POSIBLE]
Quien aprisiona al árbol que nace dentro su pecho
no descubre la vana forma del vagón
escapista del tren sordo y musical.
El vagón sobrevuela sobre un riel verdinoso
persiste en él
en el fondo de su pequeñez
en el destierro hacia otro sueño menos herido
y más profano entre tinieblas y estacas.
Quien deja libre al árbol que nace dentro su pecho
escucha el silencio del vagón a lo largo de la vía
está desnudo ante los párpados de dios
incendia el aire con la punta de los pies
y huele el perfume de las olas que jamás regresaron.
Nadie le habla
ni le mira ni le toca,
pues pronto encontrará su rostro
en el verdor de su camisa.
Vivo o muerto
lo encontrará.
[DANZA DE LAS PALABRAS]
Inquietas son las palabras en el aire
como soles ponientes en mi plato vacío.
Sus voces viajan sobre el pavimento
se oyen a oscuras
sobre el resplandor de un espejo lejano.
Las palabras se encienden a solas.
Son azules, verdes y naranjas
son del sur, centro y norte.
Que no te engañe el alfabeto
ni confíes en el letrado.
Sólo cuídate del mendigo que escribe sobre los charcos
pues suyo es el corazón de la aurora
ciénaga desbordada de emociones que no cesan.
Si sueñas con ese mendigo
habrás escrito un poema al despertar.
Vendrá volando la palabra exacta
y se refugiará en ti.
Protégela y habítala
sobre la flor celeste.
[HISTORIA NATURAL]
El poema existía antes de ser escrito.
Lo alumbré en transparencia
en forma de semilla.
Sus raíces cavaban el subsuelo,
como un meteorito el centro de la tierra.
El poema se vistió de tallos y de hojas
y la humedad dorada impregnó en él
mi pensamiento desnudo.
El poema creció verde pero impuro.
Atravesó el concreto
lo pude escuchar cantar sobre el quebrantamiento del camino
parecido al de mi corazón cansado.
El poema quiso transitar más allá de mis visiones.
Enmudeció al silencio y a la botánica
desbordó como un río su trágica belleza
e hizo dorar la noche estéril y sus cultivos.
El poema existía antes de ser escrito.
Sus frutos, comestibles y venenosos,
se cosechan diariamente
en valles azules de papel.
[A MI PIEDRA AMIGA]
Nace música de tus adentros
dobla el sonido todos tus contornos.
Caído fruto sobre el cristalino humus de mi chacra
te escucho atenta desde un pararrayos.
Nací con ojos grandes para escribir de lo invisible.
De la melancolía de los perros
las sonrisas de los arcángeles
y del amor sobre las puntas del aire.
Lanzada al cielo o en una calle,
aún respiras tu belleza aniquilada
y lates en la mano de un niño sin rostro
que escribe también, de la mejor forma,
sobre la pureza de tu corazón negro.
Al desierto blanco te diriges
entre arpones milenarios hasta llegar al turbio río.
Tú perteneces al sonoro estanque
y a su reflejo sobre el hálito del tiempo
a la corriente que escapa de mi vientre
y abraza mi sueño inminente contenido en el parpado.
De puntillas sobre un pararrayos,
oigo la música detenida en ti
conquistada en tu interior
tomada por asalto
por mis ojos grandes.
De Cantata Natural
Incendio de la tierra en una gota de rocío
el sol envuelve las jornadas.
Astral es el camino del bosque en la neblina
brillo oculto entre las sombras moviéndose en círculos.
“El mar no basta para caída”, piensa la gaviota en zozobra.
Toca un alacrán en el corazón de una piedra
música quimérica del sol.
Unísona trompeta de cada día.
Poesía:
lo que hace cantar al mundo.
El tiempo pasa sin prisa
levantando polvo y peces de mi casa.
Alguien llama de la otra orilla
dejando un mensaje de escarcha
entre las olas.
Mi casa envuelta en seda azul
universo en miniatura
para el invierno encarnado.
Mar sin señales ni historia,
profunda herida del dios inexistente.
Mi casa: un caracol dormido.
Mar: poema de agua en el agua.
Ejercicio nocturno
Pulsa el nervio y escribo.
La noche es un pez furioso que viaja en redondelas.
Siento cada espina en la fecundidad de los ríos, enjambres
de mi reflejo nítido y secreto.
Del agua se desprende mi confesión súbita, una llave.
Morada del quehacer incinerante, sustancial.
Aquí el sueño no está quieto.
Fluye, pulsa el nervio y las membranas.
Los ríos nacen de los dedos del acuarelista que dejó entreabierta
la jaula de la noche.
El pez es pájaro al llegar el día.
Lleva en los ojos la canción escrita por mi médula.
Melodía infinita en la boca del ahogado.
Apretados labios donde el eco reposa.
De Von
Hokusai
La proa de una mano
dibuja un castillo en el tiempo
la tarde la sepulta como a un sol
mano del animal rodando
sobre el moho del mundo
montaña criptada por la niebla
espadachines saludan desde lejos
flauta de azúcar
en el ojo del sauce
azul la voz del león blanco
sueños del pájaro cometa
música de bambúes
salida por el tintero
tintero triste
ahogado
en hermosura
Waikiki
Espejismo de lo amado
tras el cadáver de la piedra húmeda.
Su cuerpo entre galaxias y montañas
amplía la sed
la inexplorada música
junto a las barcas y al féretro.
Peces en el aire
entibian la historia de la sierpe.
Se abren las llagas de la criatura invisible.
Late el coral abandonado.
Laura Rosales (Lima, 1989).
Obtuvo el primer premio del IX Concurso Nacional de Cuento Juvenil César Vallejo (2009) auspiciado por el Instituto Nacional de Cultura (INC) y la municipalidad provincial de Trujillo. En el 2012, fue incluida en los escritores menores de 25 de la revista EÑE (Madrid, nº 31). Poemas suyos han aparecido en antologías y medios peruanos y extranjeros. Es autora de Von (lustra editores, 2011) y Cantata natural (paracaídas editores, 2013). El tiempo es un río sin orillas es su poemario de próxima publicación. Músico aficionada.