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Poemas de Rosakebia Estela Mendoza

Publicado: 2018-04-01


             Las invenciones territoriales de Rosakebia Estela Mendoza

Conocí a Rosakebia Estela Mendoza en Chiclayo. No recuerdo en qué año los poetas Juan José Soto y Matilde Requejo me invitaron a la Fiesta de Poesía el Dientre. Fue el primer día cuando llegué a la ciudad del norte del Perú donde me presentaron a Rosakebia. La escuché leer y quedé asombrado por sus brillantes versos que desprendían una atmósfera distinta de todo lo que vengo leyendo. Conversamos un rato e inmediatamente nos hicimos amigos mientras me hacía reír con esa fina ironía que ella desprende. Me declaré su lector, pero ella nunca me creyó. Hace poco apareció por las redes y la invité a publicar sus poemas en mi blog de lamula.pe. En estos poemas que hoy presento, esta talentosa poeta construye una poética de un poder que empieza a destruir en el imaginario de los que estamos heridos. Desde la fina reflexión a la desmedida ironía del verso, estos diez poemas descomponen los ritmos clásicos para adentrarse al sonido moderno de los cuerpos rotos. Llena de nostalgia sobrevive con un lenguaje a fuerza de no querer en la creación del amor como resistencia de los procesos de identidad. Un símbolo recreativo como el ave o el pájaro en algunos de estos poemas, revisten su imposible libertad, y aunque pareciera que cierta agonía del espacio o sus territorios creados, se inundan, algo visible nos deja en el poema: una bella memoria de los desaciertos en su proceso clasificatorio.

Willy Gómez Migliaro, Surquillo, 01 de abril 2018 






Poema 1

En las horas más silenciosas,

la lluvia altera el orden natural de los cuerpos

de los amantes en los prostíbulos.

No sirve de mucho, el redescubrimiento de textos antiguos

para intuir la causa mental de la fatiga literaria.

Cuando se quiere a fuerza de no querer,

los pájaros se reúnen en las montañas más altas y se suicidan.

Los pájaros y yo, compartimos el anonimato

de los cuerpos celestes más lejanos.






Poema 2

Nunca sabremos, cómo ser, cómo dejar de ser.

La palabra ser ya no le interesa al lector ni al poeta.

—Ellos la buscan, la desean,

están cansados de entrever borrosamente sus visiones infantiles—.

Ya no nos dejan aceptar el tiempo presente.

El sistema político también es un obstáculo para erotizarnos.

¿Quién se puede erotizar entre nauseas, excremento y convulsiones?

¿Dónde debo comenzar a recordar aquello

que mi memoria borro voluntariamente hacia millones de años?






Poema 3

En mis ojos, se observa el mar

al cual llegan a sucumbir

los cuerpos de quienes fueron enterrados sin nombre.

—En cualquier caso, para el hombre siempre

es útil dejar la basura donde no llega la luz—.






Poema 4

Recuerdo a mi madre, limpiándome las mejillas

cubiertas de lágrimas y chocolate.

De algún modo, mi madre me había criado

para ser el padre de mi padre y yo lo sabía.

Aún no he olvidado el sabor peculiar del arroz quemado

a la hora del almuerzo.






Poema 5

Así como los pájaros y las flores

atraen a la primavera;

tu nombre a la eternidad.

Como una araña tejiendo, silenciosa;

voy hacia ti con mi misión de duelo.

Como en un juego de póker

entre dos viejos amigos:

jugamos tú y yo con la desesperanza.






Poema 6

A una niña, para que dejara de llorar le regalaron una golondrina.

Le dijeron que la golondrina le enseñaría a volar.

La golondrina estaba muerta.

Entonces qué hacer:

¿Dar vueltas con los ojos cerrados para dejar de estar ciega?

¿Hacer gestos ridículos frente al espejo para dejar de estar sola?

¿Dibujar círculos en un papel para confundir a las hormigas?

¿Hacerme la muerta para asustar a los cuervos?






Poema 7

Hay algo que hiere en los colores enteros.

En el tiempo hay algo que disuelve cartas de amor,

actas de matrimonio, dibujos de infancia.

Hay algo en el aire que se escapa al sonreír

y se hace uno con el río.

Hay algo de tristeza, en el agua que sirve

para lavar los calcetines,

incluso en el agua que utilizamos para lavarnos

el rostro aún limpia pero ya destinada y cargada de objetos mentales.

En el fuego y en la memoria,

hay algo que nos impide acercarnos al centro de origen.

Hay algo en el azar que no nos permite

terminar una sopa con el pensamiento.

Hay algo en la voz que no coincide con el color de ojos

ni el color de ojos coincide con la profundidad del sexo

ni el sexo más profundo y desamparado con una lágrima.






Poema 8

Los pájaros mojados son los únicos que huelen a pájaro.

La tierra húmeda es la única que huele a tierra.

El azul de un día de lluvia es el único azul que refleja mi desesperanza.

La terraza se llena de gente, de azul y de pájaros.

Se arruinó la imagen de la arquitectura del dolor,

la metafísica de comerse a diario una aceituna.

En realidad no caminamos,

si de vez en cuando no arrastramos los pies.

No besamos si besamos con los ojos cerrados.

Prefiero dormir cuando los otros duermen

aunque ellos digan que no duermo.

Si por error coincidimos en tiempo y espacio

ellos sabrán cómo hacerse los desentendidos.





Poema 9

Nos sentamos en el sofá a negar el paso del tiempo. Queremos sorprender el tiempo, aprender a nombrar sin padecer. Tengo entendido que no sucede así, cuando termina ese licor de bocas y ese aplaudir de muslos, comienza la tempestad. Generalmente, uno no elige la ausencia ni la mosca que llega a morir en nuestra taza de café. Veámoslo de este modo, un mono toca la trompeta en la entrada del edificio. Algunos salen a protestar por sus ventanas y caen desde el piso nueve, algunos mueren en camisones, los curiosos que escuchaban los gritos provenientes de la calle desde la comodidad de sus camas, se duermen nuevamente, creyendo que todo fue un mal sueño. Se olvidaron del mono. En realidad, nadie vio quién tocaba la trompeta. Así que entre tanto escándalo, el mono se marcha a la azotea por las escaleras, algo triste, nadie sabe que es un mono trompetista. Entonces: ¿A quién le interesa la eternidad? El contenido de esta escena mental perdura aún en la catástrofe. Aquel mono, sin otras intenciones, sólo se había bajado a fumar un rato, ya estaba harto de comer plátanos a escondidas y de beberse la cerveza de los vecinos.





Poema 10

Basta pensar en la nostalgia del pájaro

cuando termina la tormenta.

Y la nostalgia del hombre moderno es eso:

construir un túnel en el centro de la vida

para que pueda ser atravesada por pájaros rojos.

Hay días en que solo los pájaros heridos

se atreven a volar hacia el Sur.

Solo un pájaro herido descubre nuestro disfraz de pájaro.







Rosakebia Estela Mendoza (Chiclayo, 1990). Poeta. Obtuvo el grado de Magíster en Industrias Creativas en Taipei National University of the Arts. Ha representado a la delegación Peruana en diversos eventos académicos en el extranjero.


Escrito por

Willy Gómez Migliaro

Willy Gómez Migliaro (Lima, 1968) Poeta, profesor de literatura y escritura creativa, asesor literario y corrector de estilo.


Publicado en

Poesía

Poesía en lengua española